PASEAR LA MIRADA
Pasear
no es andar con la cerviz agachada, pendiente de un suelo que no va a
desaparecer por las buenas bajo los pies. Tampoco es andar apresuradamente:
esto es desplazamiento. Se puede pasear sin objeto ni meta, abstraído. O
compaginando recorrido con recados tranquilos. La urgencia es contraria al
paseo. Se puede caminar alternando ritmos, en función de lo que nos permitan
las piernas. Pero más allá de la forma de efectuar un recorrido los paseantes
comparten un sentido agradable. Disfrutan, disfrutamos, no solo alimentando el
aparato locomotor, sino el cerebro. ¿Cómo? A través de la mirada.
La
mirada nos conduce a la observación. Observar es pensar lo que nos rodea. Si se
ha vivido toda la vida en la misma ciudad, la mirada nos permite recordar.
Hayan desaparecido espacios urbanos y edificios de nuestra infancia o
permanezcan todavía, la memoria se reaviva. Ello proporciona satisfacción. Pero
nos lleva también a hacernos preguntas. Sobre los cambios, sobre el tiempo que
vivimos y el que empieza a ser habitado por nuevas generaciones. Algunos somos
asiduos a leer cuantos carteles o letreros nos encontramos en los paseos. Hasta
los más insignificantes, esos cartelitos, a veces manuales, adheridos
a las farolas. También a contemplar las incidencias y modificaciones que
periódicamente tienen lugar en calles y plazas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario