domingo, 14 de mayo de 2017

ESTAMOS CONTROLADOS



Estamos en un momento muy difícil y trascendente. El mundo evoluciona a tal ritmo que el vértigo no nos deja pensar. La tecnología nos agobia en una relación perversa de amor odio, pues si bien nos enamora facilitando la comunicación y divulgando el conocimiento, también nos amenaza con controlarlo todo, con ser un instrumento perverso en manos de desaprensivos que lo pueden usar para dominar y fiscalizar a la gente. Nuestros datos más íntimos en cuanto a hábitos, pensamientos, deseos, compras, nivel adquisitivo y de gastos en general, etc. los tienen disponibles en sus bases de datos alimentadas mediante el uso de tarjetas de crédito, de teléfonos móviles, de los bancos o nuestros movimientos en viajes y desplazamientos de ocio. Ya no es posible cobrar un salario sin pasar por el banco, sin que sea sometido a control por el sistema. Hemos pasado del sobrecito con la pasta contante y sonante (qué placer era contar el dinerito del sobre cuando se cobraba) a la tarjeta del banco; sí, ese banco que lo controla todo y lo chivatea a hacienda, que te cobra comisiones y que no te da ningún rédito por el dinero que tienes allí, pero te cruje con unos intereses tremendos si te lo deja él. Sí, ese banco que paga a sus directivos inmensos sueldos, bastante menos a sus trabajadores y desahucia a sus deudores; que gana dinero a espuertas, pero cuando pierde tenemos que darle nosotros para que salga a flote en lugar de renunciar a sus prebendas. Socializan las pérdidas y privatizan las ganancias. Es bueno que, visto lo visto, empecemos a pensar que los gobiernos democráticos, y los no democráticos, están al servicio de sus intereses económicos, en tanto el progreso se ha confundido con el desarrollo económico y, para más inri, lo controla la banca y el mundo de las grandes corporaciones que expanden sus tentáculos por doquier. Progresar un país parece que es enriquecerse sus grandes corporaciones y multinacionales, aunque el pueblo esté sumido en la miseria. El poder económico, visto desde las macrocifras, es lo importante; lo malo es que se van adueñando de todo a través del libre mercado y acabarán controlando, con sus bases de datos, toda nuestra existencia.

lunes, 1 de mayo de 2017

VIDAS ENVASADAS




A menudo, me intranquiliza la sensación de que todo a nuestro alrededor parece estar envasado. Lo que comemos, lo que bebemos, lo que vestimos, lo que respiramos… todo envasado y listo para consumir. Sin embargo, lo que me aterra de verdad no es eso, sino la sensación de que nuestras vidas también lo están. Aquello que pensamos, lo que sentimos, lo que decimos… todo parece estar perfectamente embalado y etiquetado, dispuesto para ser consumido. Somos vidas envasadas, somos productos.

El envasado es un método que se utiliza para la conservación. Creo que se trata exactamente de eso, de conservar. Conservar la posición que cada cual cree tener en el mundo, no arriesgar, quedarse en el sitio y, por tanto, perpetuar el modelo social tal y como lo conocemos.

Pero los envases no son más que apariencia, pura propaganda para mantener en pie una mentira insostenible. Inevitablemente, necesitamos focalizar todos los esfuerzos en los envases, hacerlos atractivos y sugerentes. Cualquier cosa con tal de evitar que nos fijemos en el interior, en el contenido. Porque es ahí, en el interior de los envases, donde se atisba la fatalidad. Vidas vacías, embrutecidas por la necesidad de no apearse de un carro que no lleva a ninguna parte, que sólo sirve para un avance sin ninguna finalidad más que la de repetir eternamente un ciclo vital que sólo es posible soportar a base de sucedáneos emocionales convenientemente envasados.

En nuestro fuero interno, sabemos del estado del mundo, sabemos de nuestro propio estado. Sentimos la extrañeza que nos produce una forma de vivir tan alejada de nuestros sueños, de nuestras ilusiones. Pero el miedo al cambio, a lo que pueda suceder nos atenaza y preferimos conservar. Aferrarnos a la ilusión de que vivimos del mejor modo posible y que conservar es la opción correcta. Por eso, lo envasamos todo y nos envasamos a nosotros mismos. Pero más que al vacío, nos envasamos en el vacío. Envolvemos nuestra vida de tal forma que parece que estamos cerca de todos y al cabo de todo cuando en realidad, nadie conoce a nadie. Desconectando nuestra vida del resto es como podemos focalizarnos en la frivolidad de lo cotidiano.

Manteniéndonos obedientes a esa norma podemos aspirar a todo (todo lo que tenga que ver con el envase, no con su contenido). La obediencia, el seguimiento de las instrucciones al pie de la letra nos permite mantenernos por más tiempo en ese estado de bienestar ficticio al que acabamos considerando “lo mejor a lo que podemos aspirar”. Es lo que llamamos ser un buen ciudadano, un perfecto observador de la norma social. Pero son precisamente esos, los buenos ciudadanos, los obedientes los que han posibilitado a lo largo de la historia los mayores horrores de la humanidad: las guerras, la explotación, la esclavitud…

Este mundo de vidas envasadas no es más que una gran mentira, en la que todo se basa en mantener la apariencia adecuada en el momento adecuado. Da igual el ámbito de la vida en el que nos situemos, todos funcionan igual. Lo importante es la apariencia, el envase.

Así, lo lógico (si es que algo que pueda ser llamado así todavía existe) sería que la forma de contrarrestar esto sería con la verdad. Sin embargo, cuando todo es mentira quién puede saber qué es la verdad. Existen tantas verdades como cabezas que las piensan y, al mismo tiempo, no existe ninguna si aceptamos la premisa anterior de que todo es mentira en un mundo de apariencia. Si no podemos contar con la verdad como antídoto sólo nos queda lo genuino, aquello que todavía posee las características naturales. Urge la necesidad de desprendernos de nuestros envases, mostrarnos en absoluta desnudez para encontrar nuestra esencia genuina y a partir de ahí actuar. Sin pensar en cómo encajar nuestros actos en determinado modelo intelectual o social, sin necesidad de valorar si lo que hacemos será aceptado socialmente o qué beneficio-pérdida voy a obtener.

No te engañes, esto te llevará al rechazo social y fuera de todo, pero siendo sinceros quién puede preferir formar parte de esta gran mentira envasada en la que vivimos.