Estamos en un momento muy
difícil y trascendente. El mundo evoluciona a tal ritmo que el vértigo no nos
deja pensar. La tecnología nos agobia en una relación perversa de amor odio,
pues si bien nos enamora facilitando la comunicación y divulgando el conocimiento,
también nos amenaza con controlarlo todo, con ser un instrumento perverso en
manos de desaprensivos que lo pueden usar para dominar y fiscalizar a la gente.
Nuestros datos más íntimos en cuanto a hábitos, pensamientos, deseos, compras,
nivel adquisitivo y de gastos en general, etc. los tienen disponibles en sus
bases de datos alimentadas mediante el uso de tarjetas de crédito, de teléfonos
móviles, de los bancos o nuestros movimientos en viajes y desplazamientos de
ocio. Ya no es posible cobrar un salario sin pasar por el banco, sin que sea
sometido a control por el sistema. Hemos pasado del sobrecito con la pasta
contante y sonante (qué placer era contar el dinerito del sobre cuando se
cobraba) a la tarjeta del banco; sí, ese banco que lo controla todo y lo
chivatea a hacienda, que te cobra comisiones y que no te da ningún rédito por
el dinero que tienes allí, pero te cruje con unos intereses tremendos si te lo
deja él. Sí, ese banco que paga a sus directivos inmensos sueldos, bastante
menos a sus trabajadores y desahucia a sus deudores; que gana dinero a
espuertas, pero cuando pierde tenemos que darle nosotros para que salga a flote
en lugar de renunciar a sus prebendas. Socializan las pérdidas y privatizan las
ganancias. Es bueno que, visto lo visto, empecemos a pensar que los gobiernos
democráticos, y los no democráticos, están al servicio de sus intereses
económicos, en tanto el progreso se ha confundido con el desarrollo económico
y, para más inri, lo controla la banca y el mundo de las grandes corporaciones
que expanden sus tentáculos por doquier. Progresar un país parece que es
enriquecerse sus grandes corporaciones y multinacionales, aunque el pueblo esté
sumido en la miseria. El poder económico, visto desde las macrocifras, es lo
importante; lo malo es que se van adueñando de todo a través del libre mercado
y acabarán controlando, con sus bases de datos, toda nuestra existencia.
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