sábado, 27 de julio de 2019

LEER EN TIEMPOS DE CRISIS



Leer en tiempos de crisis

Podemos recurrir a los libros para formarnos, para entretenernos o para que nos ayuden a conocer e interpretar la realidad. Hoy, cuando se ha evolucionado del manuscrito a la imprenta y de Gutenberg al formato digital, no hay excusas. Hoy, quien no lee es porque no quiere.
Excluyendo los de consulta, afirmaría que todo libro que vale la pena leer merece una segunda lectura. Alguien pondría reparos: ¡Nos queda tanto por leer! Nadie se sorprende, sin embargo, cuando la música que nos gusta la escuchamos una y otra vez. Es cierto que hay libros que merecen el olvido pero hay otros que requieren una nueva lectura bien porque fueron leídos hace tiempo, bien porque se nos quedó algo pendiente entre sus páginas o por el simple placer de volver a leerlos.
Si hoy regresara a Charles Dickens, por ejemplo, descubriría diferencias de cuando lo abordé en mis primeras lecturas. Los recuerdos son de una literatura infantil de adultos egoístas, tacaños o depravados y huérfanos hambrientos tratando de esquivar los rigores de la necesidad, la explotación y el olvido. Si ahora volviera a Oliver Twist o David Copperfield, haría una lectura más sosegada y observaría la narración de una sociedad imperfecta, las miserias del capitalismo o la lucha de la persona por salir de la pobreza.


Releer un libro es volver a recrearlo, revivir los recuerdos que nos dejó y comprobar nuestra propia evolución personal. El libro, cualquier libro, es el mismo pero nosotros hemos cambiado. A la luz de lo vivido y leído enfocamos de manera diferente. Las notas que acotamos, los subrayados que hicimos, son testigo y prueba de nuestro cambio. El libro es el mismo, pero se nos muestra diferente; el texto es el mismo, nosotros no. En la relectura puede que descubramos elementos que nos pasaron inadvertidos, que entendamos ahora el ensamblaje de aquello que un día nos pareció caótico o le demos valor a lo que observamos superfluo y prescindible. Al releer, la lectura se hace más pausada puesto que rechazamos, por conocidos, los ardides que el autor distribuyó premeditadamente para mantener nuestra atención, la urgencia por desenmarañar la trama o la intriga por conocer el desenlace final.
En la lectura -no importa el medio o soporte-, podemos encontrar el bálsamo que necesitamos, el antídoto con el que hacer frente a las dentelladas de la realidad, la terapia para afrontar una actualidad tan deprimente o la espoleta para acabar con estos tiempos difíciles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario