lunes, 24 de octubre de 2016

CANSANCIO




Cansancio, hartazgo, monotonía, soledad… diversas formas de definir la sensación que muchísima gente que cree pertenecer al culmen de la civilización humana tiene sobre su vida. Esto es lo que caracteriza a la sociedad en la que vivo, pequeño extracto de la sociedad occidental.

Los días se suceden en un eterno “día de la marmota” carente de significado. Cada cual imbuido en su dinámica que, independientemente de la que sea (laboral, familiar, social…), conduce a un inmovilismo vital que nos encierra en nosotros mismos o, en el mejor de los casos, en pequeños grupos humanos creados alrededor de una idea común que con el paso del tiempo se vacía de significado (si es que alguna vez lo tuvo) y se convierte en una mera representación social.

Nos convertimos en víctimas para nosotros mismos y frente a los demás, a los que pasamos a considerar nuestros enemigos si no son capaces de entender la gravedad de nuestra situación. Por supuesto, nosotros somos incapaces de ver que el resto está exactamente en la misma posición. El resultado de todo esto es que inmediatamente todos estamos enfrentados. Así se cierra el círculo virtuoso que posibilita una desconexión total entre iguales y, por tanto, se pierde la posibilidad de romper esta telaraña que nos oprime, ya que sin el otro es absolutamente imposible.

 ¿Cómo es posible llegar a este punto? Vivimos en una sociedad desarrollada. En ella nuestra única preocupación debiera ser poder expandir las potencialidades humanas hasta donde fuéramos capaces. Existe el conocimiento suficiente para garantizar que las necesidades físicas básicas estuvieran más que cubiertas para todo el mundo y, sin embargo, hemos creado un mundo que mata sistemáticamente a millones de personas cada año y que a otras tantas las aniquila moral e intelectualmente. Lo sabemos, vivimos de una forma que no nos corresponde, que nos es ajena pero a la que no estamos dispuestos a renunciar a pesar del dolor que nos causa y causamos.

Para paliar esto, en la medida de nuestras posibilidades, es para lo que creamos esa imagen de víctima y nos aislamos. Nos refugiamos en vidas virtuales vividas a través de las redes y la televisión. Nos repetimos las mentiras que nos venden a diario hasta convencernos de su autenticidad y poder mantenernos a salvo. Compramos su propaganda solidaria aunque sepamos de su falsedad moral con el único objetivo de conseguir que no reviente nuestra burbuja, construida con tanto esfuerzo y renuncia. Una burbuja de la que no nos atrevemos a salir porque conocemos el dolor y no queremos vivirlo preferimos la sedación diaria que nos produce nuestra soledad consumista, triste consuelo pero consuelo al fin y al cabo. Nos hemos convertido en adictos. Adictos a lo indoloro, a lo insustancial, a lo superficial, adictos a lo inhumano. Así es el mundo del que formamos parte cada unos de nosotros desde nuestra burbuja.

domingo, 16 de octubre de 2016

EL AMOR EN LOS SUEÑOS




Los amantes deambulan por los sueños. Se acercan, se miran, se rodean, se perdonan. En los sueños el amor es sobre todo tentativa y si cuaja se trata de un desafío cuya distancia no acaba de recorrerse. El amor onírico está cargado de tactos y de movimientos y de palabras que bullen inconexas, que se disuelven antes de que los cuerpos se congreguen. En ese mundo polimórfico que propicia el sueño no hay culpa ni compromiso indefinido ni mucho menos llanto. El amor de los sueños no va a ninguna parte, y en eso se parece al de la orilla consciente, y aunque ambos amores no se distinguen en algún tipo de inclemencia el del sueño hiere menos, o acaso se siente menos el dolor. No existe el amor frustrado, porque se entra y se sale del deseo con la habilidad que proporciona desdoblarse y ser incluso el que no se es. Los amantes se recuperan como tales allí donde no puede imponerse el desgaste de la vida ordinaria. El amor en el sueño goza de la sorpresa de los encuentros más insospechados y las traiciones se obvian simplemente porque se han desvalorizado. También hay algo de amor grupal en el amor que se sueña. Algo primitivo que descorre el velo de las pasiones y se hace cómplice. Algo que se ilumina desde la hoguera en el fondo de una cueva donde no se distingue quién es de quién porque nadie es de nadie. En el sueño el amante se une y se separa de la amante por un impulso más que por el deseo. En el sueño el deseo de los amantes tiene principio y se amplía y adquiere la forma de una luz que deslumbra para que no haya final. Y no hay final. En el sueño nada se ejecuta ni se consagra ni pone en peligro. Los amantes, en el sueño, extienden la palma de su mano, cierran los párpados, escuchan las dubitativas o eufóricas voces del otro, diluyen la desnudez en un ejercicio de fuga que prescinde del tiempo. Lo que se dicen es silencio, del que no quieren despertar.

POR EL PENSAMIENTO CRÍTICO




Últimamente, se habla mucho de reformismo, de redefinición y de muchos otros conceptos que vienen a reflejar cuestiones similares todas ellas referidas a la actual situación económica, social y política que se extiende por la mayor parte del globo.

Es posible que haya gente que todavía crea en una especie de capitalismo amable en el que las cosas se puedan hacer de otra manera y en el que no sea necesario que la gente muera de hambre o que el planeta muera por no poder regenerarse. Tal vez, las personas de buena fe puedan creer que lo ocurrido hasta ahora ha sido un error y que todo es debido a la falta de control y la avaricia desmesurada de unos pocos. Incluso puede haber gente dispuesta a creer que la corrupción política y su dependencia de las entidades financieras y del aparato estatal es sólo una anomalía del sistema. Rozando en lo improbable, me atrevo a afirmar que hay gente convencida de que no hace ni una década el mundo funcionaba perfectamente y que todo se ha venido abajo porque no se ha sabido poner freno a la incontrolable sed de poder de unos pocos.

A todas esas personas quiero decirles que lo siento en el alma, pero que lo que hoy sucede no es más que la lógica consecuencia de los hechos pasados y, por desgracia si no lo impedimos, el inevitable anuncio de lo que está por venir.

También quiero decirles que comprendo esa manera de pensar, yo también pensaba así (lo reconozco). Fruto de la educación amablemente suministrada por el Estado, de la continua información facilitada de manera tan “democrática” por tantísimos medios de comunicación y de un ambiente social proclive a aceptar las circunstancias con resignación. Todos nos hemos visto atrapados en algún momento de nuestras vidas en ese pensamiento mágico que nos hacía creer que vivíamos en el mejor de los mundos posibles.

No quiero aparecer como un iluminado ni nada por el estilo. Sólo quiero decir una cosa: la verdadera libertad empieza por la construcción del pensamiento crítico. Debemos ser conscientes de que nadie posee la verdad absoluta, así que debemos poner en cuestión cualquier información que nos llegue (empezando por este texto, por supuesto). Hay que intentar formarse de manera continua sin despreciar las alternativas que se nos planteen hasta poder analizarlas desde varios puntos de vista. Libros, documentales, conversaciones, webs, prensa,... Todo es válido si no nos quedamos con una sola versión. Debemos romper con la costumbre de dejar que otros piensen y analicen por nosotros, esto no es más que una imposición por parte de los ocupantes del poder.

Existen muchos frentes en los que trabajar para poder iniciar este camino hacia el pensamiento crítico y cada uno de nosotros puede aportar su granito de arena. Es necesario que todas aquellas personas relacionadas con el mundo de la enseñanza y de la comunicación pierdan el miedo al poder para poder ser libres en el ejercicio de su profesión que, seguramente, han elegido de manera vocacional. Sé que es difícil para cualquier persona romper con los esquemas preconcebidos y poner en juego su lugar de trabajo y su sustento, pero es imprescindible el cambio desde dentro de estos instituciones, que junto al entorno más cercano de cada uno de nosotros son los canales más importantes a través de los que se moldean las mentes, para poder iniciar el camino hacia la libertad de pensamiento.

El entorno. El entorno somos todos y es aquí donde no hay excusa posible. El trabajo de cada uno es absolutamente imprescindible para comprender el mundo que nos rodea y nos exprime como simple mercancía. Se hace imprescindible recuperar la sana costumbre del diálogo con nuestros semejantes para intercambiar opiniones y cuestionarnos planteamientos que considerábamos como indestructibles. Resulta necesario estar permanentemente formándonos para poder avanzar como seres humanos. Sólo de esta manera, podremos iniciar la construcción de unos pilares sólidos para la creación de una nueva manera de vivir donde el ser humano y el planeta que lo sostiene estén por encima de cualquier otra consideración. Una sociedad donde la norma sea el justo reparto de todo lo que contenga y donde no haya cabida para estructuras de poder ya que éste recaerá sobre todos nosotros.


lunes, 10 de octubre de 2016

EL SOL DE OCTUBRE



"El sol de octubre
ciñe al paisaje maduro.
Otorga a lo que vive
su plenitud de fruto".

JOSÉ HIERRO

Cuando llega el otoño y empiezan a menguar los días me gusta asomarme a la ventana, mítico ojo que me alumbra, y contemplar las puestas del sol, tan distintas y variables, tan sufridas y desconfiadas. El horizonte, donde se toca la tierra con el cielo, suele ser muy bello y en algunas ocasiones tamizado por un leve atisbo gótico, como de aquelarre goyesco. Por eso yo me asomo a la ventana a respirar las fiestas de las atardecidas de otoño y suelo dejar en la memoria fotográfica los rojos y amarillos del torbellino de luces y de sombras. Mas, para mejor fijar el temporal de brillos que percibo, me aproximo a lo que ha dejado dicho algún poeta o narrador sobre el prodigioso tránsito de los días de entretiempo, con vientos y aguaceros; con crepitar de elocuentes colores, como palabras dichas con voluntad de alas como hojas para escaparnos de la muerte.


miércoles, 5 de octubre de 2016

CULTURA DEMOCRÁTICA



No tenemos una cultura democrática sólida, pues nuestra historia se encargó de bloquear las etapas y estados democráticos en nuestra administración y gobierno. Por tanto, a la inmensa mayoría, no se nos educó en el verdadero significado de la democracia participativa. Nos cuesta comprender que la visión del otro es complementaria a la nuestra y tan digna de respeto como ella. Parece como si entráramos en una guerra con el vecindario para ver quien gana la batalla y deja en la cuneta al otro, lo que implicaría someterlo a nuestro dictado.

Tenemos el amargo bagaje de la reciente historia, donde se cultivó la moral del amo y del esclavo, del señor que mandó como clase dominante y la del esclavo o siervo, que renuncia a implicarse en las decisiones y deja en manos del señor la toma de las mismas mediante un acto de fe, lo que implica que se le permite todo y aceptamos sus explicaciones sin paliativos ante cualquier hecho injustificable. Las reminiscencias del pasado inmediato influido por tantos años de dictadura siguen presente. Se nos dijo que dejáramos la política para los políticos, que los dirigentes ya sabían gobernar pensando en nuestros intereses, pues ellos tenían mayor información y capacidad que nosotros para tomar decisiones acertadas. Se nos anatemizaron las otras ideologías, nos cargaron de prejuicios y se nos hizo patriotas a su forma: “España son sus territorios no su gente”. ¿Con esta filosofía como se puede encajar la soberanía popular? ¿Pueden los hijos del franquismo entender que un país soberano es aquel que es dueño de su destino, que elije y determina quien lo gobierna y qué políticas se aplican para ello?

A pesar de haber evolucionado en muchos casos, sigue esa idea y actitud troquelada en muchas mentes, como es natural, no todos pueden evolucionar en la misma dirección y de la misma manera, en todo caso, será en función de su capacidad crítica y de su disposición a ello. Por desgracia hay demasiado pensamiento enquistado en el pasado que no evolucionó hacia la concepción de una verdadera democracia. Tal vez sea esa una de las circunstancias que justifica la adhesión inquebrantable a un determinado partido del que nos hacemos gregarios. Adhesiones, actitudes, conductas y sentimientos de pertenencia son la argamasa que nos instala en la falta de criterio propio para obrar en libertad crítica llegando a votar a corruptos e indecentes políticos por el mero hecho de ser de nuestro partido. Lo malo es que, al no tener conciencia política y social, hacemos que los demás sufran las consecuencias.

YO ME IRÉ




Yo me iré
y aún quedarán
los escrúpulos caducados
a las puertas de las casas doradas
porque nada les importa salvo el miedo
a que les arranquen la violencia de las manos
con la violencia de los hambreados de la tierra.

Yo me iré y aun estarán los dioses y sus esclavos
arrodillando vidas con sus paraísos de fábula
porque nada les importa salvo
eternizar su codicia con  el miedo al pecado que no se perdona.

Yo me iré y aún
quedarán palomas sobre alacranes desafiando
con cada vuelo
el acoso  de sus venenos,
aún quedaran nombres propios buscando
manantiales en la existencia más yerma,
aún quedarán pueblos amaneciendo
a pesar de la noche larga en la que vivimos desde que tenemos memoria

Podré irme en paz
a la tierra o a la nada,
con mi puñado de versos
y el recuerdo dulce de los rostros
que aún hidratan la esperanza
aunque los escrúpulos  caduquen
a las puertas de las casas doradas.