Pasada la vorágine de las fiestas y
el consumo, que nos hicieron vivir envueltos en luces y espumillón, nos
encontramos ahora inmersos en la dura, fría y triste realidad. A la espalda
queda un año bueno sólo para unos pocos. Como siempre. Teñido de insolidaridad,
disputas estériles y poca atención a las personas, porque unos pocos se
empeñaron en contra de la voluntad de muchos. Un año violento para las mujeres,
que siguen siendo asesinadas por un terrorismo patriarcal que acaba con sus
vidas si desean tomar las riendas de su destino. Un año bronco en el que la
crispación política alcanzó extremos inimaginables
Al frente, tras la cuesta de rigor,
se abre ante nosotros un nuevo año. Bisiesto por más señas, nos regala
generosamente un día. En sus hojas vírgenes, en blanco, podemos reproducir
errores del pasado o construir un mundo más humano. Porque las urnas
han hablado y han pedido clamorosamente un cambio de gobierno, para enmendar
tanta injusticia, tanta corrupción y tanta desigualdad.
El pasado fue año electoral, y se nos
vendieron proyectos e ilusiones. De nosotros depende que se queden en palabras
o se conviertan en hechos. La democracia vigilante supone no sólo votar, sino
exigir que se cumpla lo prometido. Preparemos nuestros oídos para escuchar que
hay pactos imposibles, que la única estabilidad es la derecha neoliberal, que
se necesita un gobierno “fuerte” como sólo garantiza la “gran coalición”, que
Europa pide continuidad, que nada debe cambiar para que todo siga igual: los
ricos cada vez más ricos, los pobres más pobres, aun con trabajo esclavo. Pero
no olvidemos nunca los hachazos brutales de derechos llevados a cabo en los
cuatro años últimos, las mentiras sobre el rescate bancario, la tolerancia ante
la corrupción, la manipulación de la justicia, las muertes de dependientes sin
ser atendidos, los niños desnutridos, los padres desesperados sin trabajo.
Recordemos los esfuerzos por llegar a
fin de mes de miles de familias frente al meteórico enriquecimiento de unos pocos,
el progresivo deterioro de lo público, la educación pública sacrificada al
negocio de unos pocos, la sanidad pública en peligro a causa de recortes y
repagos intolerables, la dependencia desatendida, las familias desahuciadas, el
paro que afecta a más de cuatro millones de personas, los jóvenes obligados a
exiliarse o a aceptar trabajos precarios…
La realidad es oscura, pero la luz de
la esperanza en un mundo mejor debe seguir brillando contra la intolerancia, la
desigualdad y la mentira no sólo por Navidad. Que nadie nos impida exigir un
gobierno decente por encima de partidismos, fontanerías y ambiciones
personales. Porque otro mundo es posible, si nos gobiernan con justicia y
buscando el bien de todos, no el suyo.
Exijamos que haya un pacto de izquierdas
por la igualdad y la decencia. Porque pactar es la esencia de la democracia, la
cultura de la responsabilidad, la explicación, la transparencia y el diálogo
constante. Para pactar hay que saber escuchar y tener capacidad intelectual de
entender. Para llegar a acuerdos no se parte del fin, se llega a él con
concesiones de todas las partes. No hay otro camino. Si hay voluntad, claro
está.
Nosotros podemos hacer que el 2016
sea de verdad un año nuevo, más justo, igualitario y digno, tras remontar la
empinada cuesta de la desigualdad y el poder del dinero. Tras superar las voces
catastrofistas y agoreras que predican que no hay remedio. Tras mantener viva
la esperanza, como una trinchera contra el desaliento. Resistir, pensar por
nosotros mismos es la tarea de los que creemos en un futuro para todos que se
debe construir en el presente. Nosotros podemos hacer que los que han recibido
el mandato del cambio lleguen a acuerdos beneficiosos para todos. Lo lograremos
con exigencia y vigilancia constante, denunciando actitudes partidistas que
olvidan que las personas están por encima de los intereses de partido.
Si nos defraudan, lo pagarán muy
caro. Sobre todo, si permiten que se llegue a nuevas elecciones por su
incompetencia y poco sentido de la responsabilidad. Pero también nos
defraudarán, y mucho, si dejan gobernar a la derecha del Partido Popular. Un
partido causante de los mayores males y recortes de derechos sociales llevados
a cabo en democracia. Quienes lo permitan serán responsables por acción u
omisión.
Llegó la hora de la responsabilidad y
de la Política
con mayúsculas. El trabajo de un gobernante o de alguien que aspira a serlo es
encontrar soluciones justas para sus gobernados. No sólo las más convenientes
para su partido. Confianza, resistencia y esperanza en que 2016 debe ser el año
en el que, al fin y de verdad, empiece a cambiar todo.
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