domingo, 31 de enero de 2016

LOS MOVIMIENTOS CIUDADANOS

El problema de este país es que los políticos se creen "dioses" intocables.




La sagrada voluntad de los ciudadanos españoles es que los políticos den un paso adelante y cumplan con sus obligaciones, pero no bajo su interpretación de lo que son sus obligaciones, sino lo que son y lo que significan tal y como está recogido en la Constitución y tal y como los ciudadanos lo demandan. Y la primera obligación de un político es cumplir con sus votantes, lo que equivale a cumplir el programa electoral que sus votantes leyeron y votaron. Lo contrario no es permisible, bajo ningún concepto.

Pero, además, el panorama político que queda tras las elecciones tiene un mensaje muy claro. La pluralidad de partidos que tienen representación parlamentaria exige acuerdos. Pero dichos acuerdos, al contrario de lo que ya está ocurriendo, no pueden estar basados en los intereses partidistas, sino en las necesidades del país.
La inercia egoísta y retrógrada de los partidos hace que al día siguiente de las elecciones ya se esté pensando en clave partidista, no como consecuencia de haber reflexionado sobre el mandato ciudadano y disponerse a buscar la mejor forma de cumplirlo, porque para eso fueron elegidos y para eso cobran.

El problema de este país, y se supone que también de todos, es que los políticos se creen “dioses” intocables y con un poder por encima de la voluntad de los ciudadanos a los que sirven. Mientras el político no recupere la esencia de su trabajo, de su realidad como servidor público, como trabajador al servicio de los que le pagan, nada funcionará correctamente. Además, el país grita un cambio, pide a voces un nuevo enfoque político y social, así como una renovación profunda de la Constitución.

El sistema democrático dominante, además de ser una perversión de la verdadera democracia, es un caldo de cultivo para todo lo que hemos vivido y vivimos en este país, o sea, corrupción, mentiras, promesas vacías y absurdas, sufrimiento ciudadano y desencanto con el sistema. Y el problema no se va a arreglar con denuncias retóricas ni con buenas intenciones, sino con dar ejemplo, creando programas de gobierno que reflejen la necesidad de la ciudadanía y cumplirlos por ley y bajo la ley.

Las urnas han reflejado pluralidad y han dicho que la situación exige unidad de todas las fuerzas, unidad más allá de las ideologías, más allá de los egoísmos partidistas. Si así se hace, el país saldrá a otro nivel. En caso contrario, se habrá ignorado el mandato del pueblo y la próxima legislatura, si es que existe,  será aún más convulsa, más difícil y más de rechazo y oposición ciudadana, porque si algo queda claro en este país es que el movimiento ciudadano, exigiendo justicia y derechos fundamentales y no tolerando más la vergüenza de la corrupción existente, ya no va a detenerse, porque nació para crecer y cambiarlo todo, no para ser devorado por los que no tienen conciencia humana ni intenciones de servir al pueblo.

La obligación de los partidos, de todos, es ahora construir un país diferente, entre todos y para todos, es decir, una nueva transición que nos conduzca a otra realidad social donde predomine lo que es necesario y útil para el pueblo por encima de los que sólo quieren servir a esos oscuros poderes que se alimentan de la “sangre” y de la energía de aquellos que constituyen la verdadera fuerza, la verdadera identidad de la humanidad, los ciudadanos del mundo.


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