domingo, 31 de enero de 2016

LAS MÁSCARAS





Todos los supuestos acontecimientos, que no novedades, aunque lo parezcan, que acarrean la historia del país me hacen pensar de un modo un tanto lateral. Esa fragua aparentemente anodina de sucesos en ciernes, que no novedades, coloca sobre el tapete el viejo juego de máscaras. Personalmente no espero demasiado, ni creo que las rupturas, del signo que sean, vayan a ser profundas y no sé hasta qué punto renovadoras. Acaso ni siquiera reales.
Y no hago más que preguntarme de qué se disfraza o está a punto de hacerlo cada político del momento. Mientras, los poderes de verdad, los suprapoderes, los que están por encima de los que juegan la partida de ajedrez del momento, no necesitan disfrazarse de nada. Ellos tienen claro su papel, correcciones menores aparte, porque ya ganaron la partida hace tiempo. Su estatus de control y propiedad no se discute. La industria de disfraces, los roles del drama o de la comedia y las caretas para engañar a incautos, sea cual sea el territorio del país, van a manifestarse a todo trapo en los próximos meses. No creo que superen en imaginación a los carnavales. 




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