En pocos días arranca otra liga de fútbol. Ya
mismo están aquí los tópicos archiconocidos de siempre. Y para todo un año. De
nuevo, el tradicional mercado de fichajes, abierto hasta el último segundo del
último día, en el que se ventila que la figura más postinera mundial recale en
el club local de tus amores, en el que, naturalmente, desde pequeñito había
querido jugar el protagonista recién fichado. A vueltas con los sueldos
millonarios, con el lujo desmedido de unos jóvenes ídolos que encandilan a las
masas de modo transversal. Ejercicio de encantamiento del que casi nunca se
hace una lectura en clave de estructura social, quizás porque todas las clases
sociales, todos los rasgos sociológicos están incluidos en su universo. Los humildes
y los adinerados; los menesterosos y los poderosos; los jóvenes y los mayores;
los hombres y las mujeres; los urbanos y los rurales; los del norte y los del
sur, en sentido geográfico y de geopolítica. Todos seguirán lo que semana a
semana acontece a las grandes figuras de la liga española, de la liga inglesa,
del calcio, de la Bundesliga y de otras competiciones europeas y americanas
principalmente. Sus goles, lesiones, traspasos, enfados, riñas, desplantes e
incidentes de todo tipo serán escrutados por millones de personas que dedican
buena parte de su ocio en derredor de este mundo tan absurdo, tan irreal como
tan absolutamente necesario para toda esa gente que ríe, sufre, llora, se
emociona, se inquieta, se preocupa o se lo pasa bien, ganando o perdiendo su
equipo del alma.
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