No hay nada más antiguo que un pobre. La
historia de la humanidad es la historia de sus pobres, de su indigencia. Y así,
con una canción de mendigo, empezó a escribirse la historia. El primer
personaje en la literatura castellana fue una vieja alcahueta. Siguió el
lazarillo de un pedigüeño ciego. Para ser pobre no se necesita más que haya un
rico. Lo sabe todo el mundo, sobre todo los pobres.
Ser pobre hoy es tener que defender un día la
casa desde el balcón mientras por la puerta entra la policía para proceder al
desahucio. O no poder continuar estudiando, no tener dinero para hacer una
carrera o un curso de formación para conseguir un empleo. O dejar de optar a un
trabajo por no tener dinero para el transporte. O ir con la familia a los comedores
sociales. O pasar tres, cuatro, cinco, seis, siete meses sentado al lado del
teléfono esperando a que llamen del hospital, sin saber si eso de irse muriendo
ya va en serio. Se es más pobre por no tener derechos que por no tener dinero.
Ser pobre en la vida da hasta para una novela,
la literatura está llena de ellas; pero ser pobre en tu pueblo, eso sí que es
una canallada.
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