Existe un instinto asesino en el ser
humano, una tendencia a inferir daño a otros como forma de reafirmar el propio
poder y, por ende, su propio yo. Es una manera de mostrarse superior, de
soslayar complejos infantiles, inseguridades y reacción por estar sometido a
conductas impositivas desde la propia sociedad. Este tipo de sujeto es un ser
humano inmaduro que quiere mostrar su poder a través del dominio sobre
otro, a través de su capacidad de hacer daño a los demás. En estos demás
incluyo a todos los seres de la creación. El placer desprendido del maltrato y
el suplicio infligido a los animales es una forma de dar rienda suelta a ese
instinto asesino. Ya que la sociedad no permite hacerlo de otra forma lo
sublima de esta.
Por tanto, aquel que ejerce ese
maltrato, aquel que ejecuta el suplicio es, además de un inmaduro, un
desequilibrado mental, pues es incapaz de comprender y entender la vida, en su
sentido más amplio, ni comprender su propio medio. Es un desajustado al
entorno, pues para disfrutar ha de agredir a elementos que lo integran. Una de
las características esenciales de la madurez humana es la capacidad de
respeto, la comprensión de la realidad en su sentido más amplio, el equilibrio
emocional, la empatía, la responsabilidad con su hábitat, etc.
El ser humano maduro no se consigue de
la noche a la mañana, sino que va madurando con el tiempo, con la propia
evolución, pudiendo darse el caso que, estando sometido a procesos educativos
inapropiados, no consiga madurar en toda su vida desde el punto de vista
psicológico. La llamada cultura de los pueblos está repleta de actos y
conductas inmaduras, impropias, impresentables, inhumanas, que se presenta como
conductas adecuadas en un sistema cultural inamovible. Pero la cultura, al ser
la expresión de las personas y los pueblos, también se va transformando con el
tiempo a través del progreso de la gente y de la asunción de nuevos valores más
coherentes con los principios de una civilización moderna. Por tanto,
justificar y potenciar conductas inmaduras, inhumanas, mediante el
sostenimiento de la cultura de un pueblo es otra aberración que frustra y
coarta la evolución de ese pueblo. Para el desarrollo y progreso de una
sociedad se ha de someter a la crítica y análisis continuo todo el sistema, de
esa forma se provoca y sustenta el proceso evolutivo. Es retrógrado y
anacrónico el conservador a ultranza de culturas, o actos definidos como
culturales, de componente agresivo con el mundo que nos rodea, cuando estamos
tendiendo a una integración del ecosistema y de todos y cada uno de los
elementos que lo componen.
Por tanto, si queremos una sociedad más
moderna, más madura y humana, empecemos por deshacernos de esos atavismos que
nos anclan a un pasado de violencia y brutalidad, de crueldad y salvajismo.
Nuestra cultura no puede justificar esas conductas, no debemos dejarla atrapada
en un pasado impresentable de bestialidad. El ser humano ha de evolucionar y
apartar comportamientos y actitudes irracionales de componente sádico y cruel.
Hoy, la crueldad no tiene cabida en el concepto “cultura”, aunque haya gente
interesada en sostenerla.
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