martes, 31 de mayo de 2016

NUESTRO TIEMPO Y LA TELEVISIÓN




Las relaciones entre las personas y la televisión nunca son simétricas. Ya sea por la actitud deliberadamente sumisa que adopta quien se sienta frente a la pantalla, ya por lo que ésta transmite domina la escena, lo cierto es que la voluntad de la persona suele quedar muy pronto domeñada por las imágenes percibidas como un punto de atención que se mantiene pasivamente, a veces sin tener conciencia de ello, más o menos prolongado en el tiempo. Y he aquí, por tanto, el problema: el tiempo consumido jamás será recuperado. Es un capital que se pierde, aunque la dimensión de la pérdida sea correlativa con la utilidad y el provecho que se haya obtenido durante ese contacto con el medio que nos entretiene y absorbe. De ahí que una de dos: o valoramos convenientemente nuestro tiempo, haciendo uso sólo de aquellos mensajes de la televisión que nos resultan enriquecedores en las diversas acepciones que se quiera dar al término, o lo dedicamos a lo que siempre nos va a resultar más satisfactorio. A la lectura, a la escritura, al ejercicio físico, al paseo, al disfrute de los paisajes o al encuentro con los demás a través de la conversación.





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