lunes, 6 de junio de 2016

ES PRIMAVERA EN ALCÁZAR



A mí la primavera me huele a rosas,  a rojo de amapola, al baile de los trigos en los campos, a polen fecundante, a hierba húmeda, a tierra mojada, a brisa entre el olivo, a amaneceres blancos, a cantos de la alondra y ruiseñor y a trinos de jilguero, al verde campo y al blanco de las casas de mi tierra. Para mí la primavera es la explosión de vida que siembra la esperanza en el futuro.

Hablar de primaveras es hablar de eso, de esperanzas de un mañana donde se pueda recoger el fruto de aquello que, con el esfuerzo, se sembró y que ya muestra la promesa de la mies. Es hablar de la alianza entre las fuerzas de la naturaleza para crear vida en una eclosión de sinergias enfocadas a perpetuar la naturaleza y los seres que la pueblan.

¡Qué linda la expresión de primavera! El letargo del invierno se diluye y, en un juego de color y sensaciones placenteras, se inicia la danza de la vida y del amor, del celo de las aves y sus nidos, de la suave brisa y la lluvia nutriente de los campos, de las rojas amapolas, de los trigales verdes batidos por el viento en suaves olas que plasman la semblanza de los mares, de los frutos de la huerta… el cielo brilla más que nunca y el sol inicia su tibia inminencia jugando entre las nubes, dorando los cultivos con sus rayos. Las abejas polinizan ayudadas por el viento y el polen de las flores vuela buscando donde anclarse para seguir dando la savia de la vida, para seguir creciendo. Las noches van menguando, los días van creciendo. La oscuridad desaparece y aflora la luz de la mañana, prometiendo la placidez del día y el goce del entorno pintado de colores en un caleidoscopio que fragua un puzzle ecológico.

La gente, seducida, ve cerca la luz del túnel de una vida sometida a dictadores e injusticias, se ilusiona y monta en el barco rumbo al más allá, al futuro prometido, pensando en una travesía , no exenta de peligros, pero garante del destino propuesto.

Y toda primavera da su fruto. Pero ¿Cuál es el fruto y a quién le beneficia? Es cierto que hay pueblos reclamando primaveras para acabar con sus inviernos, para volver a la vida a caballo de la esperanza perdida. El cálido sol primaveral quiere acabar con la fría e invernal noche oscura, la injusticia, los dictadores, las imposiciones dogmáticas, el sometimiento… Más también en primavera nace la cizaña, el jaramago y los espinos, se dan las tormentas torrenciales y los malos vientos.

La primavera es esa brisa fresca y el agua de lluvia que da vida a esa sementera donde el ser humano crece y se despoja de la dependencia, donde se hace dueño de su propio destino. En el horizonte se vislumbra la libertad, la democracia y la justicia social de la mano del pueblo soberano.

Los pueblos tienen su recorrido, su historia y su camino que los fueron fraguando. Los cambios verdaderos son los que se siembran y cuajan mediante el discernimiento y las ideas, aislando el dogmatismo y la intransigencia, formando a la persona libre en el uso racional del pensamiento. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario