viernes, 17 de junio de 2016

CONFIANZA EN LA POLÍTICA




La política se degrada mientras afloran actitudes de indiferencia o resignación. Poco o nada se puede hacer, dicen algunos, mientras alejan sus miradas de ese espacio incómodo y falto de interés en que se ha convertido cuanto tiene que ver con ella. Y, sin embargo, lo cierto es que la democracia se apoya en un sistema de partidos, de debates y de encuentros electorales de los que no podemos ni debemos evadirnos. ¿Cómo resolver la contradicción surgida entre el desengaño hacia quienes deterioran el discurso, y la forma de hacer política, y la necesidad de contar con ellos pues son los que nos representan, para que nuestros problemas sean entendidos como merecen y resueltos como es debido? Sin duda alguna, votando y exigiendo. No podemos mirar para otro lado ni abandonarnos a la desesperanza o el rechazo, movidos por el prurito de no vernos contaminados. Pues es entonces cuando la democracia se deteriora, las instituciones se corrompen y los aprovechados y oportunistas de turno y toda laya emponzoñan la vida pública hasta hacerla irrespirable.

Sigo confiando en la política y en muchos de quienes la ejercen. Porque si, desencantados por los comportamientos de individuos que abusan indecentemente de ella y desilusionados ante discursos de una aplastante mediocridad, nos alejamos de la política... ¿Dónde recalaremos cuando de defender nuestros derechos se trata? ¿A quién recurriremos para que se nos oiga y nuestras voces sean algo más que un mero reclamo testimonial? ¿Qué nos queda si nos refugiamos en la desesperanza y el individualismo? Conozco a políticos honestos, que se empeñan en mejorar la vida de los ciudadanos y que dan lo mejor de sí mismos a favor de causas nobles. Gentes honestas, sinceras y generosas, que las hay.  Me quedo con ellos a la espera de que su ejemplo cunda. Es un asidero frente a la mar gruesa en la que estamos sumidos. 

Pero tampoco me hago demasiadas ilusiones. Bien sea porque la dinámica de los partidos propende a ello, bien porque las personas que mejor pudieran hacerlo abominan de las pautas de comportamiento dominantes para acabar eludiendo cualquier tipo de compromiso, bien porque el sistema sobreprima la lealtad y la sumisión a la capacidad y a la inteligencia, lo cierto es que el panorama no invita al optimismo.


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