viernes, 17 de junio de 2016

¿DÓNDE ESTÁN LOS MOTIVOS PARA ESTAR CONTENTO?




Estoy pasando una mala racha donde me invade una sensación de nimiedad vital que me lleva a estar tremendamente disgustado con el mundo. No suelo ver la tele salvo excepciones puntuales. Me asquean los impresentables contenidos del mundo de la farándula y las salsas rosas de las narices con presentadoras/es impresentables, cotillas invasoras de intimidades que buscan la distracción de un pueblo sumido en un estado catatónico, letárgico, ante el tobogán que nos conduce a la miseria social. No soporto a los políticos y comentaristas prepotentes  que quieren sembrar opinión ex cátedra,  como si ellos fueran los guías de occidente, las estrellas fugaces que nos lleven al futuro deslumbrante. No leo la prensa sectaria y partidista, manipuladora y cerril que solo busca arrimar el ascua a la sardina de su dueño y señor, del capital que la compró y la sostiene para su propio beneficio, creando opinión pública desde la mediocridad y la sumisión al sistema, empeñándose en presentarlo sin alternativa a una política de gobierno que nos lleva  a la desgracia social, que consolida el capital como la base y motor del progreso material y deja al verdadero progreso, el social y político, el desarrollo personal, en una cuneta dominada por el paro, el hambre y la miseria humana…

Duele en el alma sentir la sinrazón manipulante que no entiende de vida humana, sino de salidas florales a una banca maldita y chantajista que nos lleva a la ruina a todos para enriquecerse ellos desde la deshumanización y la gélida frialdad de cifras y letras impagadas.

Mientras, el mundo político, atrapado en su indolencia, chantajeado y vendido, sometido a extraños intereses subterráneos, jugando con su bien y nuestro mal, se limita a darle salida a la crisis en la línea que le marcan aquellos que la produjeron. Sorprende la situación de unos políticos que no cumplen lo que dicen, por lo que se  les votó, sino que llevan su programa oculto para servir a su señor, al dinero, para servirse de él y garantizar su mañana y el de los suyos, para ejercer el nepotismo en su familia y partido.

Es Estado, que debió concebirse como garante de la justicia social y guardián y gestor del bienestar y desarrollo de la ciudadanía, está siendo desmontado. Primero por los propios políticos en los que se ha perdido la fe, a los que se ha denostado y vilipendiado metiéndolos a todos en el mismo saco, anulando los posibles bienintencionados y de verdadera vocación política, de servicio a la ciudadanía. La corrupción generalizada los afecta a todos y pagan justos por pecadores. Segundo por el interés inquebrantable de las sociedades e intereses ocultos, que rigen el mundo desde bambalinas, que han globalizado la economía a nivel mundial, para poder campar a sus anchas sin tener que someterse a los caprichos legislativos de Estados a los que se pueden dejar en evidencia y noquearlos económicamente en cuanto no se ajusten y sometan a sus intereses. Lo sabemos, lo estamos sufriendo en nuestras propias carnes… fuga de capitales, fraude fiscal, deslocalización empresarial, globo inmobiliario, recortes donde más duele; mientras el mundo político, servil a esos intereses ocultos se mantiene incólume a sus propias corrupciones, con sus grandes sueldos y prebendas… Pero no nos podemos olvidar de las empresas que muestran su poderío en la capacidad de decidir sobre si crean empleo o no y en qué condiciones. El chantaje del mercado laboral está servido y si no se bajan los salarios no hay empleo. Se ha creado la opinión que más vale un mal empleo que el desempleo, que mejor nos sometemos antes de ser despedidos, pues las leyes nos han abandonado a nuestra suerte ante la arbitrariedad del contratante.

Se ha perdido la gran filosofía que justifica la existencia de los Estados, que debería  ser el punto donde pivotara toda política económica y social, consistente en la sumisión de todos los intereses al bien común, a los intereses sumos del conjunto de la ciudadanía, a un sistema sostenible en el tiempo, donde el mercado, la empresa, producción de bienes, etc. estuviera al servicio del ciudadano y no al revés. No podemos ser esclavos del dinero cuando el dinero debería estar al servicio del ser humano. El Estado tiene su justificación en la gestión social de todos los medios de producción, en la normalización y legislación que establezca cauces de desarrollo justos donde prevalezca el ser humano sobre cualquier otra consideración. Hoy, por desgracia, asistimos a todo lo contrario, un Estado deshumanizado, con intereses de grupo ocultos, con maledicencia y engaño, donde el poder en la sombra mueve los hilos de las decisiones y la engañifa para buscar el enriquecimiento de las grandes empresas abandonando a su suerte a trabajadores y pequeños y medianos empresarios.

No, no estoy contento. No es de mi agrado esta dinámica en la que estamos metidos, donde la globalización nos atrapa en las manos de las multinacionales y del capital, del mundo de las finanzas y el dinero como valor de primera magnitud, dejando a un lado la solidaridad, el equilibrio, la justicia social, la equidad… Ya no se nos desahucia de la casa, sino de la vida digna, de la calidez humana. Ya no se trata de ver pasar al funcionario del juzgado y la policía que nos echen a la calle de nuestra propia vivienda, sino de marginarnos de la vida misma, de los derechos humanos y constitucionales…  Derecho a la vivienda, a la salud, a la educación y, como digo, a la vida digna.

¿Dónde están los motivos para estar contento? 

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