Las
relaciones entre las personas y la televisión nunca son simétricas. Ya sea por
la actitud deliberadamente sumisa que adopta quien se sienta frente a la
pantalla, ya por lo que ésta transmite domina la escena, lo cierto es que la
voluntad de la persona suele quedar muy pronto domeñada por las imágenes
percibidas como un punto de atención que se mantiene pasivamente, a veces sin
tener conciencia de ello, más o menos prolongado en el tiempo. Y he aquí, por
tanto, el problema: el tiempo consumido jamás será recuperado. Es un capital
que se pierde, aunque la dimensión de la pérdida sea correlativa con la
utilidad y el provecho que se haya obtenido durante ese contacto con el medio
que nos entretiene y absorbe. De ahí que una de dos: o valoramos convenientemente
nuestro tiempo, haciendo uso sólo de aquellos mensajes de la televisión que nos
resultan enriquecedores en las diversas acepciones que se quiera dar al
término, o lo dedicamos a lo que siempre nos va a resultar más satisfactorio. A
la lectura, a la escritura, al ejercicio físico, al paseo, al disfrute de los
paisajes o al encuentro con los demás a través de la conversación.
martes, 31 de mayo de 2016
PRESUPUESTOS BÁSICOS PARA LA CONVIVENCIA
* Todos somos iguales, aunque
seamos distintos. Y nadie por ser diferente, tiene derecho a creerse superior
ni inferior. Cada ser humano es único e irrepetible y tiene derecho a serlo.
* Las diferencias nos enriquecen a todos. La
pluralidad es algo normal en la sociedad.
* No se debe juzgar a nadie por
las apariencias. Cada persona merece la oportunidad de que la conozcamos.
* Las personas siempre merecen
nuestro respeto por ser lo que son, independientemente de lo que tengan o
puedan tener.
* Ser tolerante no significa
aceptar todo de forma indiscriminada, sino partir del respeto sin transigir en
las cosas fundamentales, que son no molestar ni dañar a los demás ni menoscabar
sus derechos. Tolerar es admitir que uno puede pensar distinto e intentar
comprender y aceptar, siempre que no se pongan en juego aspectos importantes.
* La tolerancia implica aceptar
la posibilidad del error, tanto propio como ajeno. Todos podemos equivocarnos.
LA SOCIEDAD NECESITA HORIZONTES ESPERANZADORES
El empobrecimiento del debate político hace que la
ciudadanía se muestre renuente a interesarse por él. Los discursos que,
querámoslo o no, nos invaden a diario provocan una sensación de hartazgo, que
induce a la desafección por la política y al menosprecio de quienes la
practican. Por esa razón, son tan de agradecer las reflexiones que rompen con
este panorama de mediocridad, de pensamiento único, de lanzaderas verbales
repletas de lugares comunes, de respuestas gubernamentales enlatadas, de frases
hechas, propensas a las animosidades personales y a la imputación al otro de
las deficiencias propias. Razón de ser todo ello de una crisis institucional
pavorosa. Profundizar, por el contrario, en la realidad que nos afecta,
desentrañar la causa de los problemas que aquejan a las sociedades, poner al
descubierto y denunciar las implicaciones de modelos socialmente depredadores -
que se asumen acríticamente casi como si de tratase de una opción
inevitable, a la que no hay más remedio que resignarse - no solo constituye una
necesidad intelectual sino una terapia psicológicamente positiva. La sociedad
necesita horizontes esperanzadores.
De ahí que cuando un discurso recupera enfoques que son
excepcionales en el panorama de la simplificación dominante, uno se siente
reconfortado al observar que hay quienes piensan y razonan de manera diferente,
lanzando a los cuatro vientos ideas y reflexiones que incitan a la esperanza y
a la confianza en la política sensible con los problemas de la sociedad.
Quienes cuestionan los planteamientos alternativos dicen que son antiguallas,
algo trasnochado, cuando lo cierto es que lo realmente obsoleto y caduco no son
otra cosa que esas proclamas archisabidas y fracasadas que se amparan en la
lógica del engaño, del sesgo informativo, de la especulación financiera, del
enriquecimiento ilícito y del "sálvese quien pueda" que tantas
humillaciones, fracasos y desigualdades ha aportado a la mayoría de la
sociedad.
Reivindicar la defensa de los principios éticos como algo inherente al ejercicio de la política, apoyar los mecanismos de participación de la ciudadanía como uno de los pilares de la toma de decisiones, luchar contra los movimientos especulativos y entender que la solidaridad forma parte indisociable de la política de desarrollo son algunas de las directrices en las que ha de sustentarse la dignificación de la política, sumida actualmente en el lodazal del descrédito a que la conducen las prácticas que, arropadas en la banalidad programática y en el discurso de la resignación, la encaminan precisamente en el sentido contrario, con todo lo que ello implica en la degradación de la democracia y el auge de los movimientos excluyentes y atrozmente reaccionarios.
lunes, 30 de mayo de 2016
POEMA DE JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
EN ESTE MISMO INSTANTE...
En
este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel, cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel, cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.
José Agustín Goytisolo
POEMA DE LUIS CERNUDA
UNOS CUERPOS SON COMO FLORES
Unos cuerpos
son como flores,
Otros como puñales,
Otros como cintas de agua;
Pero todos, temprano o tarde,
Serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
Convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre.
Pero el hombre
se agita en todas direcciones,
Sueña con libertades, compite con el viento,
Hasta que un día la quemadura se borra,
Volviendo a ser piedra en el camino de nadie.
Yo, que no soy
piedra, sino camino
Que cruzan al pasar los pies desnudos,
Muerto de amor por todos ellos;
Les doy mi cuerpo para que lo pisen,
Aunque les lleve a una ambición o a una nube,
Sin que ninguno comprenda
Que ambiciones o nubes
No valen un amor que se entrega.
Luis Cernuda
LOS RUIDOS
¿Hay algo que nos acompañe más fielmente durante el día que
el ruido? Sí, las bacterias, o los microorganismos en general, se dirá. Pero el
ruido, como efecto multiplicador de los comportamientos humanos, deviene en
algo contundente, extensivo, arrasador. Y no se trata sólo de todo aquello que
se desprende de los desplazamientos de masa y el tránsito de vehículos, de los
quehaceres laboriosos, de los encuentros grupales o de las ocupaciones ociosas.
Este ruido, digamos técnico, más o menos llevadero, costosamente soportable,
muy abominable en ocasiones, difícil de digerir con frecuencia y de efectos
cada vez más perniciosos sobre el organismo, es una consecuencia de un cúmulo
de actividades y pautas humanas que se han disparado desde la segunda mitad o
último tercio del siglo veinte y que amenaza cada vez más la convivencia y la
quietud, así como la misma salud mental de los individuos. Si a eso se le suma la
tradicional conducta española de medio vivir en la calle o de hacer de los
pisos una travesía peatonal, la patología está servida.
Pero hay otro ruido que también abruma. Es el de las palabras desmesuradas. Esas que salen de la boca de los flamantes representantes de las instituciones sociales a los que les encanta salir en la foto. O la que como cascada monótona emiten nuestros conspicuos políticos profesionales. También ese atronador aplomo de los triunfantes empresarios que se permiten discernir sobre el bien y el mal, siempre, claro, en función de que sus negocios prosperen. Ni qué decir tiene cuán pretencioso amaneramiento resulta el de los predicadores portadores de la verdad. O las aseveraciones, en ocasiones apocalípticas, a las que nos someten los medios de comunicación que compiten ferozmente y tratan de vender sus productos con sus fórmulas de tele o prensa basura. Qué decir de los columnistas vacuos que se han reclinado en sus pertinentes pesebres, a cambio de ver su nombre registrado como habitual colaborador en tal periódico o en tal otro, aparte del precio, naturalmente. Sin mencionar la legión de iluminados improvisados que moran en todos los ambientes con su afán castigador.
Ese ruido palabrero se ha convertido en un fenómeno
atosigante, pesado, confuso. No es ya sólo la manera de hablar precipitada y
cargante lo que rechina. Lo que hiere es la manera frágil y superficial de
exponer el discurso, los modos repetitivos y machacones, el mal uso del
vocabulario y de la gramática, la pedantería impositiva que exhiben, el vacío
de sus contenidos, la torpeza de sus contradicciones. Este ruido no sólo está
bloqueando los argumentos enriquecedores que fomenten la conversación o la
atención precisa para un análisis de los hechos, sino que se constituyen como
un tapón que obtura el flujo de esa esencia misma que es la necesidad de las
palabras.
Lo pinto duro, ya lo sé. Tal como lo siento. Yo mismo soy también generador y reproductor de ruido y no me libra más la voluntad que pongo por desahogarme con visceralidades orales o escritas. El ruido se cierne sin límites, acaso sin piedad, como una tenaza sobre nuestras mentes receptivas y sobre nuestras conciencias decisorias. El riesgo es desesperante. ¿Qué hacer? ¿Asumir la provocación acechadora sobre el sistema nervioso del cerebro? ¿Ignorar el flujo desorbitado de la palabrería insensata? ¿Desechar la capacidad de intercambio de ideas que ha caracterizado desde antiguo a los humanos? ¿Cómo conseguir rebajar la tensión causada por los ruidos? ¿Quién nos asiste ante la marea incesante de los ruidos que nos consumen?
martes, 24 de mayo de 2016
LA COMPETITIVIDAD
Lo
que antes era colaboración entre iguales para, por ejemplo, tener una buena
cosecha que asegurara la manutención del pueblo, ahora es competencia y
resquemor por que los otros puedan tener mejores resultados. Hemos pasado de la
solidaridad entre vecinos a la desconfianza y el deseo de que ellos se lleven
todo lo malo. En las escuelas ya no se oyen palabras como honradez o
solidaridad, en su lugar atruenan atroces conceptos como competencias y
procedimientos. Los modelos sociales a seguir ya no son aquellos basados en el
apoyo mutuo y la hermandad, en la actualidad son los basados en el egoísmo y la
famosa competitividad: en ser mejores que los demás y, por tanto, en que los
demás son el enemigo. La competitividad destroza sociedades enteras al poner
por encima de todo el valor supremo de la victoria sobre los otros, generando
odios irracionales y malsanas existencias que sólo conducen a la insensatez de
los seres humanos y la destrucción de todo lo que nos rodea.
POEMA DE MANUEL ALTOLAGUIRRE
CONTIGO
"El alma es igual que el aire.
Con la luz se hace invisible,
perdiendo su honda negrura..."
No estás tan sola sin mí.
Mi soledad te acompaña.
Yo desterrado, tú ausente.
¿Quién de los dos tiene patria?
Nos une el cielo y el mar.
El pensamiento y las lágrimas.
Islas y nubes de olvido
a ti y a mí nos separan.
¿Mi luz aleja tu noche?
¿Tu noche apaga mis ansias?
¿Tu voz penetra en mi muerte?
¿Mi muerte se fue y te alcanza?
En mis labios los recuerdos.
En tus ojos la esperanza.
No estoy tan solo sin ti.
Tu soledad me acompaña.
Manuel Altolaguirre
domingo, 22 de mayo de 2016
LEY Y JUSTICIA
Últimamente estamos asistiendo a una
controversia, a una disyuntiva o contradicción entre el concepto de ley y de
justicia. No es lo mismo aplicar la ley que hacer justicia, aunque nos quieran
convencer de ello. Se suele decir que se hizo justicia cuando se aplicó la ley,
pero la ley no tiene por qué ser justa, por qué ajustarse a la justicia o
viceversa. Son dos concepto diferentes en los que nos tienen atrapados y nos
hacen callar con lo de aplicar la ley, entendiendo que son sinónimos.
La ley la hacen los legisladores,
personas no neutrales, incluso siendo elegidas democráticamente. Son sujetos
interesados, aliados con el poder y el sistema establecido, que antes han de
asumir y someterse a los condicionantes propios de su actividad, de su papel o
rol. Yo me pregunto, ¿Es justa le ley que se escapa del sentido común?
¿Que en conciencia, ética y moralmente, no es asumible? ¿Que es un claro
manifiesto contra la propia justicia social? ¿Qué está, o actúa, contra los
propios derechos que avala la constitución, como el derecho a una vivienda
digna? No, una cosa es la ley y otra la justicia. “Las leyes son la expresión de
la voluntad del poder y la justicia es otra cosa distinta, es una cuestión de
equilibrio, de equidad, de dar a cada cual lo suyo”. (J. L. Sampedro).
Luego está el tan manido mensaje de que
la justicia es igual para todos. Debería serlo, pero si ya la ley no lo es, la
justicia lo es menos. Estamos inmersos en un sistema de muchos valores injustos
donde el sentido común, y las experiencias vividas, nos dicen que es mucho más
fácil echar a una pobre familia de su casa por una deuda mínima y
dejarlos en la intemperie, que hacerle pagar al chorizo de turno, amamantado
por la política y el orden establecido en los pechos del poder, donde sus
colegas le protegen y defienden, le hacen víctima en lugar de verdugo, le
excusan y justifican irracionalmente, incluso sacando al ruedo la mierda de los
demás para escudar la propia; difícil hacerle pagar, digo, la tropelía, el
abuso o la injusticia flagrante que ha cometido. Requiebros de abogacía,
descalificación de jueces, cuestionamiento de todo, recursos y un largo etc.
son las artimañas de las que goza el poderoso y que se escapan a la solvencia
del pobre.
Estamos en un mundo injusto, tremendamente
injusto. Es injusto porque no antepone lo esencial a lo secundario, porque no
tiene en cuenta al ser humano ante el dinero, porque el rico impone su criterio
con todos sus medios en esta sociedad despreciando al pobre, al ser humano en
su esencia. No pretendemos el desarrollo, la autorrealización, del hombre en su
intrínseca entidad, no se potencia la vida digna de la persona, sino que se
enfoca todo a la competitividad material, al consumo, a la alienación que
atrapa al prójimo en un estado de estrés y sumisión productiva y consumista
bloqueándole su propio desarrollo personal, interior, espiritual, mental e
intelectual… y, claro, así nos va…
POEMA DE ÁNGEL GONZÁLEZ
PASTOR DE VIENTOS
Pastor de vientos, desde
los infinitos horizontes
acuden los rebaños a tus manos.
Seguro el porvenir, miras el ancho
paisaje de colinas, esperando
la brisa que te traiga
aquel aroma dócil a tomillo
o el hondo olor a bosque del invierno.
La lluvia viene luego, infatigable,
y se acuesta a tus pies formando charcos
que emigran hacia el cielo en el verano.
Y por el aire bajan
pájaros y perfumes, hojas secas,
mil cosas
que tú dejas o guardas con mirada profunda.
Cada día te trae una sorpresa,
y tú cantas,
pastor,
cantas o silbas
a las altas estrellas también tuyas.
Ángel González
viernes, 20 de mayo de 2016
EL MALTRATO A LOS ANIMALES
Existe un instinto asesino en el ser
humano, una tendencia a inferir daño a otros como forma de reafirmar el propio
poder y, por ende, su propio yo. Es una manera de mostrarse superior, de
soslayar complejos infantiles, inseguridades y reacción por estar sometido a
conductas impositivas desde la propia sociedad. Este tipo de sujeto es un ser
humano inmaduro que quiere mostrar su poder a través del dominio sobre
otro, a través de su capacidad de hacer daño a los demás. En estos demás
incluyo a todos los seres de la creación. El placer desprendido del maltrato y
el suplicio infligido a los animales es una forma de dar rienda suelta a ese
instinto asesino. Ya que la sociedad no permite hacerlo de otra forma lo
sublima de esta.
Por tanto, aquel que ejerce ese
maltrato, aquel que ejecuta el suplicio es, además de un inmaduro, un
desequilibrado mental, pues es incapaz de comprender y entender la vida, en su
sentido más amplio, ni comprender su propio medio. Es un desajustado al
entorno, pues para disfrutar ha de agredir a elementos que lo integran. Una de
las características esenciales de la madurez humana es la capacidad de
respeto, la comprensión de la realidad en su sentido más amplio, el equilibrio
emocional, la empatía, la responsabilidad con su hábitat, etc.
El ser humano maduro no se consigue de
la noche a la mañana, sino que va madurando con el tiempo, con la propia
evolución, pudiendo darse el caso que, estando sometido a procesos educativos
inapropiados, no consiga madurar en toda su vida desde el punto de vista
psicológico. La llamada cultura de los pueblos está repleta de actos y
conductas inmaduras, impropias, impresentables, inhumanas, que se presenta como
conductas adecuadas en un sistema cultural inamovible. Pero la cultura, al ser
la expresión de las personas y los pueblos, también se va transformando con el
tiempo a través del progreso de la gente y de la asunción de nuevos valores más
coherentes con los principios de una civilización moderna. Por tanto,
justificar y potenciar conductas inmaduras, inhumanas, mediante el
sostenimiento de la cultura de un pueblo es otra aberración que frustra y
coarta la evolución de ese pueblo. Para el desarrollo y progreso de una
sociedad se ha de someter a la crítica y análisis continuo todo el sistema, de
esa forma se provoca y sustenta el proceso evolutivo. Es retrógrado y
anacrónico el conservador a ultranza de culturas, o actos definidos como
culturales, de componente agresivo con el mundo que nos rodea, cuando estamos
tendiendo a una integración del ecosistema y de todos y cada uno de los
elementos que lo componen.
Por tanto, si queremos una sociedad más
moderna, más madura y humana, empecemos por deshacernos de esos atavismos que
nos anclan a un pasado de violencia y brutalidad, de crueldad y salvajismo.
Nuestra cultura no puede justificar esas conductas, no debemos dejarla atrapada
en un pasado impresentable de bestialidad. El ser humano ha de evolucionar y
apartar comportamientos y actitudes irracionales de componente sádico y cruel.
Hoy, la crueldad no tiene cabida en el concepto “cultura”, aunque haya gente
interesada en sostenerla.
martes, 17 de mayo de 2016
POLÍTICOS CORRUPTOS
Lo
que más me llama la atención de los profesionales de la política, atrapados
beneficiándose indecorosamente de sus cargos o puestos burocráticos, es que no
entienden por qué se les denuncia o recrimina. La máscara de la dignidad herida
y del padecimiento de una terrible injusticia es la que acompaña de ordinario
su procesamiento y las consecuencias de este. Están siempre tan seguros de
haber actuado de manera correcta que su asombro, parejo a su mala fe, es
contagioso… Según sus criterios han actuado de manera correcta, porque ese es
el problema: sus criterios, según los cuales el ejercicio de la cosa pública
significa en la práctica beneficiarse de esta.
En
otras culturas que parecen remotas hay políticos que han dimitido por actuaciones
similares. Aquí, sin embargo, se consideran como nimiedades. Nadie ha dimitido
de los que debieran haberlo hecho.
Cumplir
con lo estipulado, porque estipulación es o así debe ser tomado lo dicho en los
programas electorales, no usar el cargo o el puesto para alimentar una red de
beneficiarios, amigos y familiares, no actuar con descaro al margen de la ley
en la confianza de que teniendo las riendas del poder no va a pasar nada,
deberían ser normas de ética política, pero esto se ve que no se entiende o se
entiende mal, y es cosa de ilusos o poco menos.
Se
entiende mejor, por el contrario, que el poder es trago de mucha graduación
porque se nota que embriaga, ensordece y que debe ser muy fuerte la tentación
de aprovecharse de la manera que sea del cargo o puesto que se ocupa, para sí,
sus amigos, deudos o allegados.
No
tengo la menor esperanza de que esto cambie, ni ahora mismo, ni en un futuro
inmediato. La cosa pública como negocio particular es una tara que viene tan de
lejos, tiene tantas implicaciones educacionales, culturales y religiosas, que
haría falta un programa de renovación y reconstrucción general que en este
nuevo mundo que vivimos da más risa que otra cosa. Mi generación, no toda, no
nos engañemos, se sigue moviendo de cerca o de lejos por referencia del
humanismo surgido después de la Segunda Guerra Mundial y eso está más que
acabado. Me temo, una vez más, que me encuentro más ante lo que es que ante lo
que me gustaría que fuera, pero me conformaría no ya con que lo intentaran,
sino que por lo menos, cuando les atrapan, entendieran algo elemental: que no
es de recibo la falta de decoro y que si estamos obligados a vivir en un
permanente trágala, al menos que tengan el coraje de declarar que esto es la
ley de la selva y solo por ella está regido.
sábado, 14 de mayo de 2016
RAZONAMIENTO DE LA VIDA
El hombre primitivo no tenía tierra propia, ni agua, ni nada, solo recursos para procurar su sustento. La tierra le daba el fruto, el agua manaba de las fuentes, los árboles le proporcionaban leña, y cobijo las cuevas. Luego llegó la evolución que tiene mucho que ver con la codicia y el poder, con el dominio de la tierra por parte de unos cuantos y el sometimiento de los otros por medio del control de esos recursos que antes les permitían sobrevivir. Y eso es la historia. Lo que la naturaleza le otorga al ser humano libremente, acaba siendo dominado por unos y, mediante la coacción del poder de la fuerza, desheredan a los otros.
LA LIBERTAD
Hay un mundo para todos si sabemos entender que formamos parte de un todo y que todos debemos ir en la dirección que nos permita ser libres sin necesidad para ello de competir entre nosotros.
UNA CULTURA DE PAZ
Necesitamos cambiar hacia una cultura de paz, a una cultura que dé respuesta a las necesidades de la población humanitaria, que dignifique a la persona y la lleve al verdadero progreso, que no es precisamente el material.
Ya sabemos que muchos valores del pasado no sirven para un nuevo tiempo, que la administración procura gobernar para el poder y quien lo ostenta, que la educación es alienante y no se enfoca a conductas y valores sociales, que se potencia la confrontación intransigente, que las tertulias no enseñan a entenderse sino a enfrentarse, que no educamos ciudadanos libres y comprometidos sino sumisos, que no sabemos entendernos y ceder cuando el otro tiene razón, que el mercado deshumanizado nos atrapa en la codicia y el consumo irracional, que el dinero gobierna el mundo.
Todo esto crea personas en conflicto consigo mismas, en conflicto interno, con altas dosis de violencia que se proyecta en las otras. Pero es que el mundo tiene, a la vez, una elevada cuota de violencia funcional. Nos agrede la televisión con sus campañas publicitarias, nos inmuniza con sus reportajes sobre el dolor, la pobreza y la muerte, intenta neutralizar la conciencia haciéndonos pensar qué suerte tenemos al no estar como los otros, los necesitados, y eso nos vanagloria por rastrera comparación.
No, no es este el modelo de sociedad que nos conducirá a la paz. Mientras no haya paz en cada pecho, en cada una de las personas que conviven socialmente, no se podrá vivir en paz. Todo lo demás son buenas palabras, buenos deseos, que destensan la cuerda de la conciencia ante la injusticia, para tranquilizarla.
Debemos redefinirlo todo: el justo reparto de bienes, entender a las personas como semejantes con una visión y posición diferenciada en la vida, que nos permita sumar en lugar de restar o imponer; compartir, apoyar, verlas como amigas y aliadas y no como competidoras y enemigas o rivales... Siembra humanidad y recogerás humanidad, pues si siembras violencia el fruto será ese, la violencia, aunque sea velada.
La sociedad la integran todas y cada una de las personas, cuya resultante es la interacción entre ellas. Solo cabe ir tomando conciencia de este hecho para limpiar esa gota de agua que formamos cada uno y contagiar a la de al lado, para hacer de este mar un océano más pulcro y más puro... La clave puede estar en la educación y la orientación hacia esa paz global y justa, que se fundamente en el crecimiento y la paz interior, junto a la universalidad de la persona.. O sea, una nueva persona menos materialista y más humanitaria...
martes, 10 de mayo de 2016
EL FACTOR MIEDO
Por muchas razones diferentes tenemos gravado a fuego que la pérdida es dolor. Ese dolor nos aterra y, por tanto, cualquier posibilidad de pérdida nos da auténtico pavor.
En la mayoría de las ocasiones la posibilidad de perder algo que ingenuamente creemos poseer, ya sea algo tan etéreo como la libertad, la seguridad vital... o algo tan material como una vivienda o un trabajo, nos impide asumir el compromiso necesario para sacar adelante aquellos proyectos o tomar las decisiones en las que decimos creer o confiar.
Por eso seguimos dejando que la corriente nos arrastre, que sean otros los que decidan como debe ser nuestra vida. Seguimos creyéndonos que la utopía basta con pensarla, que para vivir ya tenemos eso que llamamos la vida real y que en esta realidad sólo es posible tratar de mejorar nuestra condición sin tener demasiado en cuenta al resto porque si lo hacemos ni siquiera podemos mejorar la nuestra. Así seguimos asistiendo al espectáculo sin darnos cuenta que somos parte de él. Lo que sucede, incluido el teatro electoral y el posterior juego de los sillones, no nos es ajeno, estamos incluidos en él y es nuestra obligación tratar de revertir el guión de la obra porque el final está escrito y no es nada bueno.
jueves, 5 de mayo de 2016
AVISOS DEL AZAR
El ser humano necesita
recibir avisos del azar. En forma de error, de desliz, de rotura, de fallo, de
despiste, de caída, de herida, de pérdida. Creo en esos avisos que nos sitúan
en el terreno en que la persona es más
auténtica. En el de su fragilidad. Uno se sobrepone a ellos antes o después y
aprende. Son avisos que nos rebajan, nos desvisten, nos muestran la
inconsistencia, nos derriban del pedestal que cada uno tiene erigido para su
narcisista contemplación, nos iluminan, nos enderezan, nos hacen conocernos más
porque hablan más de nosotros que los algodones de la cuna. No pongo ejemplos.
También advierto que no es agradable, obviamente, recibir cualquiera de esos
avisos, que no se desean y que tratamos de regatear. Pero las leyes físicas
están ahí y en cualquier momento nos llega la bofetada. A veces esos avisos
incluso pueden repetirse en poco tiempo. Algunas personas, entre los que me
hallo, consideramos que hemos recorrido gran parte del abanico de esos términos
en que se manifiestan, y que citaba al principio. Y, sin embargo, aquí estamos.
En cierto modo rehabilitados ante nosotros mismos. Porque solo fuimos puros
cuando no teníamos experiencia todavía. No, no es el inexistente buen camino el
que enseña a la persona a vivir, sino aquel que está más o menos ahíto de
dificultades, el que su dirección queda oculta por el ramaje, el que recibe el
eco de voces de monstruos, el que llega a cruzarse con otras sendas
despistándonos de la elección o simplemente donde la huella del recorrido se
borra de improviso. A uno no le queda más remedio que elaborar su propia guía
de perplejos si quiere sobrevivir.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)