Hay una frase célebre que mucha gente le atribuye a Voltaire:”Estoy en desacuerdo con lo
que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
Esa forma altruista de defender la existencia del diferente y su
derecho a expresar esas diferencias aunque no se esté de acuerdo con ellas,
dignifica al ser humano. Tú puedes ser diferente y, aunque yo difiera de tus
ideas, de tu forma de ser, has de saber que apoyaré tu derecho a ser y pensar
así al amparo del mismo valor con que exijo ser respetado yo. Lo único que no
soportaré será que intentes imponerme tus ideas o tu forma de vivir a mí por
obligación.
Por tanto, desde mi heterosexualidad nunca discriminaré a los sujetos
por su orientación sexual.
No debemos olvidar que todavía existen lugares donde la homofobia se
cultiva y se fortalece desde la misma ley. Existen países donde se castiga
hasta con la muerte el ser homosexual, donde se les maltrata, apalea y margina
Todo esto lo traigo a colación por la celebración el domingo pasado
del día del orgullo gay. En el mismo se hizo un homenaje a Federico García Lorca, nuestro gran poeta universal que fue
asesinado por los seguidores del movimiento que se alzaron contra el gobierno
de la II República en 1936.
Sin entrar a valorar los niveles de histrionismo que se dan en estos
casos tan cargados de espectáculo y jolgorio en sus desfiles, quiero hacer
algunas apreciaciones sobre la grandeza de los seres humanos sean o no de una u
otra tendencia sexual, aprovechando la alusión a Lorca.
Permitidme que os recuerde que Federico García Lorca fue
un gran poeta, dramaturgo y prosista, también conocido por su
destreza en muchas otras artes como dibujo, música, etc. Adscrito a la llamada
Generación del 27, es el poeta de mayor influencia y popularidad de
la literatura española del siglo XX. Como dramaturgo, se le
considera una de las cimas del teatro español del siglo XX,
junto con Valle-Inclán y Buero
Vallejo; creativo, innovador, preocupado por la cultura, la
libertad y el desarrollo del conocimiento de los seres humanos. Participó en
programas de alfabetización rural, yendo a los pueblos a difundir el
conocimiento, la lectura, el teatro y a enseñar a la gente a leer y escribir.
Una luz literaria como esta se apagó a manos de unos sujetos rabiosos,
descerebrados y violentos, de cuya incultura, ignorancia, rudeza e instinto
asesino solo se pueden esperar estos resultados. Estos gaznápiros, que
acumulaban entre sus valores todos los calificativos afines a este vocablo,
incluido los de memos e imbéciles, presumieron de haberle
dado muerte por rojo y maricón. Uno, incluso, declaró haberle dado dos tiros:
uno en la cabeza por rojo y otro en el culo por maricón.
Si se pone en un platillo de la
balanza a Federico y en otro a sus asesinos, esta sociedad y todas las
sociedades cultas del mundo, condenarán a los asesinos por haber privado a la
humanidad de una figura creativa y enriquecedora como la del poeta. La única
trascendencia que tendrán sus asesinos para la historia será esa, la de haber
matado y despojado a este país de una de las figuras más importantes del siglo
XX.
He aquí un claro ejemplo del
valor de las personas sin distinción de orientación sexual. Federico,
homosexual y creativo muestra un valor incomparable que enriquece la literatura
española y mundial. Los otros machistas y hombres de pelo en pecho, son
asesinos y ceporros que matan la cultura y el conocimiento para seguir dejando
en la ignominia al pueblo llano.
Los seres humanos somos todos
iguales sin distinción de raza, credo, género, ideología o tendencia sexual; al
menos así debería ser.
Federico García Lorca
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