domingo, 31 de julio de 2016

VIEJA POLÍTICA Y CIUDADANÍA NUEVA



Una de las consecuencias de los tiempos de crisis como los actuales es que llega un momento en el que las formas tradicionales en la política, las que han conducido la situación hasta el momento crítico, se hacen insoportables para la ciudadanía. El político entrenado en la vieja escuela -aunque sea aún joven- no comprende que las cosas han cambiado y piensa que todavía cabe estirar más el tiempo pasado, en el que forjó su carrera y ganó posiciones en el partido, seguir con los modos y maneras que le hicieron llegar a tener éxito y ocupar un puesto cada vez más alto en las listas electorales. Quizá, incluso, ha tenido antes responsabilidades de gestión y es, por lo tanto, uno de los causantes del estado de deterioro. Cuenta, además, con la pasividad tradicional de la mayor parte de la población que ha aguantado los primeros tiempos de la crisis pensando que las cosas mejorarían pronto para volver a la situación anterior y, después, actuando con cierto temor a perder lo poco o mucho obtenido antes de la crisis. Hay estrategias diseñadas por los asesores de los políticos que contemplan estas situaciones. Pero cuando la crisis se prolonga en el tiempo y no se ve la luz al final del túnel, cuando el número de afectados por la crisis aumenta y los sectores implicados son cada vez más, surge el problema.

España lleva demasiado tiempo metida en la bronca política, incluso en épocas de bonanza. Esta crispación que han usado como estrategia los partidos políticos para desacreditar al contrario cala fácilmente en la sociedad y se vuelve ahora contra ellos. Y la sociedad española está crispada porque ve que no se reduce eficazmente el paro, que los puestos de trabajo que se crean son muy frágiles, que lo salarios han caído y todo es más caro. Los políticos -y con ellos la mayoría de los medios de comunicación con ganas de ganar cuotas de audiencia- no han sabido dar ejemplo de diálogo y de gestión eficaz y rápida para solucionar los problemas y se han dedicado a prolongar una situación que es la culpable de la crisis. De hecho, la mayoría de nuestras instituciones están regidas hoy por políticos que tuvieron responsabilidades y ocuparon cargos en la época del despilfarro, la corrupción y los enormes problemas de déficit. No son, por lo tanto, creíbles para una ciudadanía que ya los mira con escepticismo y cuestiona cada una de sus decisiones, incluso las más inocentes y voluntariosas. Más aún si estas decisiones son torpes y no encuentran el consenso adecuado.

Una de las consecuencias del Movimiento del 15 de Mayo, que algunos se dedicaron a desprestigiar con fáciles tópicos, tildar de infructuoso y dar por muerto rápidamente, fue la evidencia de que los ciudadanos podían organizarse eficazmente al margen de las organizaciones tradicionales. Aquel movimiento ha supuesto un impulso al movimiento vecinal y un salto gracias a Internet. Han surgido plataformas cívicas, se han impulsado medidas legislativas a partir de la recogida de firmas, se han organizado grupos de apoyo en barrios marginales, etc. Basta con repasar la prensa española de los últimos meses para recoger decenas de ejemplos. No estamos ya ante la algarada o la acción espontánea tradicional, sino ante un frente de acción ciudadana creciente en el que se incluyen personas con apenas formación pero mucha vocación junto a titulados universitarios y profesionales con altos conocimientos de informática o idiomas.

El político tradicional, aunque sea joven, tiende a despreciar estos movimientos, a no verlos, a no tenerlos en cuenta. En el peor de los casos porque no los comprende, porque no los considera parte de la democracia institucionalizada en los partidos políticos y el asociacionismo clásico. Suele usar argumentos falsos democráticamente como aducir que él tiene más votos, que él ganó las últimas elecciones y está legitimado para llevar a cabo su acción de gobierno sean cuales sean las circunstancias. El político tradicional, aunque sea joven, no entiende que los ciudadanos quieran participar en la vida política y busquen cauces para hacerlo y no acepten que no se les deje participar en algo que es parte esencial de su vida.

O los políticos comprenden que hay que abandonar la política vieja, sus maneras, sus discursos y sus costumbres o serán sobrepasados por las circunstancias. Y con ellos quién sabe cuántas instituciones, partidos y organismos que hoy parecen muy asentadas en España. O eso o se da un rápido desarrollo económico que haga que los ciudadanos olviden esta crisis y vuelvan a adormecerse.

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