No quiero sólo un cambio de gobierno, quiero cambiar el
país. Quiero un país distinto, en el que se imponga la solidaridad. Un país sin
fraude fiscal, porque es necesario un gran esfuerzo de recaudación para que sea
posible instrumentar políticas de solidaridad y políticas de transformación. Un
país sin corrupción pública ni privada. Un país con verdadera democracia, que
no esté trucado el sistema político por unas normas electorales y
parlamentarias que hoy lo hacen hermético a las demandas sociales, que sea
capaz de resolver los problemas en vez de enquistarlos.
Quiero un país educado, con formación, para todas las
capas sociales, que invierta en educación y en verdadera investigación;
consciente de su potencialidad cultural que cuenta con una lengua castellana
que es una de las más habladas del mundo.
Lo tengo muy claro. No quiero un simple cambio de
gobierno: quiero proyectar un país nuevo y materializarlo. Para ello, debemos
comenzar desde abajo: por los ayuntamientos, por las asociaciones locales, por
los movimientos ciudadanos que consiguen cambiar las cosas. Necesitamos
eliminar en los ayuntamientos primero y más arriba después los obstáculos que
se oponen al cambio.
Debemos aportar y actuar ya como ciudadanos de ese país, y
no como habitantes del país injusto y desigual que tenemos ahora.
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