Estaba dispuesto a no
escribir nada sobre la barbarie de la guerra y sus consecuencias. Sinceramente,
me faltan las palabras para expresar el horror al que día a día son sometidos,
en la tan democrática y humanista Europa, los seres humanos que huyen de la
muerte en Siria y unos cuantos países más. Hay mucha gente sobre el terreno,
tratando de poner su grano de arena para paliar esto y además, relatando,
filmando y dando testimonio de la atrocidad.
Sin duda, todo lo que
vamos conociendo hace que le hierva la sangre a cualquier persona que conserve
ni que sea una gotita de humanidad corriendo por sus venas, por lo menos así lo
siento yo.
Es obvio, que es un tema
con muchas aristas sobre las que se podría hablar: por qué sucede lo que
sucede, la respuesta de los diferentes Estados, la de eso que llaman sociedad
civil, la de personas anónimas, las guerras… Nuevamente, se puede encontrar mucha
información sobre todo esto pero particularmente a mí, si hay algo que me
revienta es ese cinismo con el que la opinión pública está tratando este tema
(esa opinión interesada, diseñada desde los altos puestos de poder, transmitida
incesantemente a través de los medios de comunicación, los líderes políticos y
sociales). Repetida hasta la saciedad por legiones de incautos y asimilada por
una inmensa mayoría. Ese enfoque acerca de que Europa está olvidando sus
principios y sus valores, esa idea tan repugnante, en mi opinión, de que Europa
es el adalid de los derechos humanos y de todo lo bueno que uno se pueda
imaginar y que, por tanto, lo que sucede ahora mismo es una anomalía en el
comportamiento de la humanitaria Europa.
Yo no lo creo, para mí
ésta sí es la vieja Europa. La misma Europa cuya bandera siempre fue la de la
superioridad moral e intelectual sobre el resto del mundo. La misma Europa que
durante siglos ha explotado y devastado al resto de continentes. La misma
Europa que mientras se vanagloriaba de sus derechos humanos, condenaba al resto
del mundo a vivir fuera de la humanidad esclavizando y asesinando. La misma
Europa que mientras defendía sus teorías sobre la igualdad, pasaba a cuchillo a
todo aquel que quisiera hacer uso de esa igualdad para liberarse de su yugo. La
misma Europa que alardeaba de demócrata mientras regía con mano dictatorial los
designios del mundo. La lista sería y es interminable.
Lo que está sucediendo
ahora mismo, es una nueva entrega de una vieja saga. Europa levanta de nuevo el
estandarte del genocidio, del fascismo mal encubierto y todos sabemos que no es
algo nuevo ni ocasional, ni siquiera es novedoso que todas estas barbaridades
se cometan dentro de la propia Europa, esto forma parte de la marca de la casa.
Si echamos un vistazo a
lo cercano, no hace falta ir demasiado lejos para poner ejemplos de esto. En
España tenemos de sobra, desde las dos orillas: víctimas y verdugos.
Sólo hay que recordar el
trato que sufrieron los españoles que cruzaron la frontera tratando de huir de
la barbarie de la guerra y la respuesta que Europa encarnada en Francia
ofreció: campos de concentración, hambre, enfermedades, devoluciones forzosas,
muerte. Diría que se parece bastante aunque seguramente para los defensores de
la democrática Europa aquello también fue una anomalía. Pero también somos
verdugos y para eso ni siquiera hace falta remontarse en el tiempo. Aquí y
ahora, España contribuye y de qué manera a la política fascista de la Europa
humanitaria. Vallas, concertinas, prisiones ilegales donde se encierra a las
personas por ser extranjera y pobre, devoluciones en caliente, tiros, muerte.
Por no hablar del lucrativo negocio de la venta de armas a países amigos como
Arabia Saudí para que puedan también allí seguir democratizando a la gente. Se
podrían poner más ejemplos pero creo que queda claro.
Esto hace que todavía me
parezca una mayor hipocresía que, desde aquí, se apoye ese discurso cínico
sobre el cambio de rumbo de la democrática Europa. El colmo de esta hipocresía
es ese tema de la banderita europea a media asta en señal de protesta por el
acuerdo genocida con Turquía en los ayuntamientos progresistas o en los del
cambio. Que sepáis que la otra banderita que ondea está igual de manchada de
sangre, cualquier bandera representa una lógica de fronteras, de exclusión, de
diferencia... que inevitablemente lleva al derramamiento de sangre.
La historia de Europa,
es la del expolio, la del genocidio, la de la esclavitud, la de la supremacía,
en definitiva es la Historia porque, ya se sabe que, la historia la escriben
los que matan, no los que mueren. Por eso, esta Europa actual no es una
anomalía, ésta es la vieja Europa, la de siempre.
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