El mundo cambia cada día,
pero hay momentos históricos en que se produce un punto de inflexión, donde se
cambia el rumbo de las cosas y aparecen elementos nuevos que condicionan un
futuro más desvinculado del pasado.
Nunca antes en la historia
de la humanidad, han concurrido tantos elementos que puedan producir ese cambio
de forma tan sustancial. No es un planeta que se acerca a colisionar con la
tierra, ni un cometa, ni una catástrofe natural que nos haga desaparecer de esta
faz, sino un conjunto de variables de contenido social, político, económico,
tecnológico, del conocimiento y humano.
Lo cierto, al menos para
mí, es que, en términos generales, esta era ha sido un fracaso. Cargada de
guerras, de destrucción, confrontaciones ideológicas intransigentes, integrismo
religioso, explotación del hombre por el hombre, desencuentro, etc. Por otro
lado, la codicia y la avaricia ha sido una constante como motor de un progreso
material que solo trajo consumismo exacerbado, agresión a la naturaleza y
expolio de recursos. No se ha conseguido crear una cultura del respeto y la
tolerancia, de las sinergias donde se sumen todas las potencialidades de los
sujetos, sino que se ha ido adoctrinando en la sumisión al poder, en lugar de a
la libertad responsable que es la que suma y fusiona el conocimiento y el
crecimiento personal y colectivo.
Las religiones han sido
armas y sostén de las ideologías y de los valores culturales de nuestras
sociedades, fraguando muchos de los principios imperantes, con su dogmatismo
enquistado, con sus credos a ultranza y la negación de otras verdades tan
posibles como la propia, han provocado confrontación y caos, guerras y
agresiones, imposiciones y radicalismo. Hoy, existen tendencias claras de
tolerancia en muchos casos, pero sigue habiendo integrismo, radicalismos y
dogmatismos encapsulados que llevan hasta la inmolación llevándose vidas ajenas
por delante… ¡Qué horror!
El momento es de
encrucijada y, dependiendo del camino que se tome, iremos a uno u otro lugar,
siendo dos los objetivos básicos, que definiría como humanismo y materialismo,
y que parecen incompatibles, si bien han de convivir de forma inevitable. Para
unos, progreso, es tener muchas cosas, pero para otros el progreso es ser un
sujeto desarrollado y realizado en la vida desde la concepción humanista
Hablaba antes de variables
de diverso contenido que condicionan el momento y son causa de un posible
cambio. Me refería, entre otras, a las de contenido social, donde incluyo la
tendencia a garantizar los derechos humanos y otros recogidos en las
constituciones, como el derecho a la salud, a la educación, a la vivienda, el
de sufragio, y valores como la equidad, la justicia distributiva, la
solidaridad, etc.
Desde el punto de vista
político ya se han creado instituciones que, si bien en un principio parecían
apropiadas para el conjunto de la ciudadanía, nos han llevado a un campo de
mero mercado abierto y libre para los intereses del poder. Se impusieron los
intereses del mercado a los de los pueblos. Mientras tanto el político y su
prestigio se han ido al carajo, o mejor dicho, ha perdido la credibilidad
social, aunque ejerce el poder como si nada hubiera pasado. Sus programas no se
cumplen y traicionan al electorado que les dio su confianza para que
desarrollara estos programas. Al final se han convertido en aliados de una de
las partes, como son los intereses del materialismo capitalista y financiero.
Si analizamos el aspecto
financiero, observamos que estamos sometidos a la especulación, a la ingeniería
financiera, al chantaje económico y un sinfín de variables que consolidan el
poder del dinero sobre cualquier otro. No se están estableciendo políticas
económicas que refuercen el poder del Estado, sino que se está desmembrando
este para que al final toda actividad productiva esté en manos de las empresas
y sus grupos de poder, incluido los servicios públicos elementales y las
empresas estratégicas que permiten el funcionamiento de los otros servicios
imprescindibles para el desarrollo, como es el suministro de agua, luz, gas,
etc.
Otro aspecto de principal
importancia es la expansión de la tecnología, su auge y consolidación como
motor de desarrollo. Las telecomunicaciones, la televisión, medios
audiovisuales, internet, etc., son instrumentos que nos muestran una paradoja
entre la bondad de su uso y la maldad de su poder. Por tanto, bien usada, puede
ser una fuente de progreso social, pero a la vez, también pueden ser
instrumento de manipulación y alienación.
La gestión del conocimiento
es otro de los aspectos básicos a considerar. El conocimiento es poder y
debería estar al alcance de toda la ciudadanía. La educación gratuita y
universal permite ese acceso al conocimiento, pero se están complicando las
cosas al incrementar los costes y repercutirlos en el ciudadano usuario. Otra
cosa es el adoctrinamiento, que si bien es una vieja práctica dentro del
proceso de socialización, debería reenfocarse hacia la formación de sujetos
librepensadores, responsables e implicados en la res pública y no sujetos
sumisos y alienados.
Finalmente el humanismo,
que debería ser la clave en que se moviera la sociedad. Pero los valores
humanos que se están desarrollando, al amparo de ese mundo mercantilista y
competitivo, chocan de frente con él y lo van eliminando paulatinamente. Como
ya he dicho, sobra la codicia, la avaricia, la excesiva competitividad, la
usura, el desprecio, la incomprensión, la insolidaridad, la soberbia, etc.
Falta una sociedad donde el ser humano esté por encima de cualquier otro valor,
que se perciba como la clave y la célula principal del desarrollo, que se
entienda que cada cual debe asumir su alícuota parte de responsabilidad en la
consolidación social, que, en suma, el ser humano sea el eje donde pivote
cualquier actividad social y productiva, la esencia principal y primigenia de
la vida en equilibrio con su entorno.
En resumen, el cambio de
ciclo ya está en marcha. La dirección es imprevisible, pero vamos por mal
camino. La globalización del mundo es imparable, pero se está ejecutando desde
el mercado y no desde las personas. En este cocido, en ebullición, donde están
los ingredientes en cantidades desproporcionadas, habrá que darle a cada parte
su valor y buscar otra interacción que nos lleve a mejor vida.
Tal vez deberíamos
establecer procesos educativos para hacer a la gente más libre y responsable,
implicados en el devenir de la sociedad. Establecer el humanismo en un sentido
de transversalidad, que impregne a toda actividad de esa idea del ser humano
como base o pivote de todo.
Si empezamos por aquí y con
esas premisas, la cosa empezará a ir mejor. Creo que el camino a recorrer, en
esta nueva era, es largo pero que se deberá basar sobre el desarrollo de la
persona de forma individual y colectiva y no sobre el sometimiento a poderes fácticos
que manipulen y conspiren mafiosamente en la sombra.