La actualidad corrupta de nuestra política es como un hedor
indescriptible que se agarra a los cerebros y que impide pensar con claridad
sobre los acontecimientos. Algo así como una cloaca cuya pestilencia tiene
narcotizada a la sociedad. Y es que no hay día que no amanezcamos
con un nuevo escándalo, o se reavive uno antiguo, para estupefacción
saturada de la ciudadanía.
Los dos partidos que se han alternado históricamente en el poder
han consentido, cuando no compartido, comportamientos delictivos y poco dignos
con absoluta normalidad. Sacar tajada de la política era lo normal. Algunos
habían mamado esta conducta directamente de sus padres y de esa época
de "extraordinaria placidez" que fue el franquismo y la democracia no
había supuesto ningún obstáculo para seguir con sus
tejemanejes. Otros no se sabe bien si ya venían corruptos de serie, y por
ello se metieron en política, o se fueron pudriendo al tocar un poco de poder.
En cualquier caso parece que las mordidas, las comisiones y todas las demás
miserias de las que nos vamos enterando se toleraban como una
tradición no explícita de cuya existencia los gerifaltes de los partidos tenían
que ser sabedores. O sea, cómplices.
Esto de hablar de tradiciones repugnantes, como la del
latrocinio al pueblo por parte de los servidores de la patria, me ha traído a
la cabeza el asunto del Toro de la Vega y la defensa de la tradición de
lancearlo hasta la muerte que hacen sus partidarios. Ustedes pensarán que no
guarda relación. Más de lo que parece.
Dos civilizaciones se están enfrentando continuamente en el coso
patrio. Pasa en política y pasa en otros ámbitos de la vida como la
tauromaquia. Dos maneras contrapuestas de pensar y entender la realidad.
Normalmente, quienes postulan tradiciones deleznables como meter la mano en la
caja común, evadir capitales o blanquear dinero se llenan la boca proclamándose
patriotas. Los salvajes que se empecinan en lancear una bestia hasta la muerte
también.
Esta patria que defienden es enemiga de la mía.
Efluvios de la cloaca pestilente de la que hablaba al principio. Un pozo negro
y maloliente que no se ha cerrado desde la dictadura y del que surgen reptando
personajes siniestros que pretenden apropiarse la patente de la patria en
su interés personal. Pueden situarse a la izquierda o a la derecha. Son
camaleónicos. Y se ponen la sensibilidad y la vergüenza por montera. Son
la España negra y profunda. Esa España que lancea a la otra media.
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