Cuando uno atraviesa etapas de la vida de las que está
disconforme, que no le satisface casi nada de lo que hace, piensa de manera
equívoca que de haber tomado otro camino, de haber seguido algunas
recomendaciones, de haber dado un paso oportuno en el límite en lugar de
quedarse uno parado o simplemente dudando, podría haber obtenido al menos una
parcela de la tierra prometida, pero ese tipo de idea, tentadora y asaz
engañosa, solo se suele tener cuando algo no va bien y no deja de ir mal,
aunque es cierto que no hay situaciones que se inclinen perpetuamente de un
lado u otro, de la satisfacción o de la carencia, de la risa o del llanto, del
clamor o del silencio, también es evidente que su duración puede ser larga, y
eso no es bueno porque si se piensa bien al acostumbrarse uno a la normalidad
que nos parece segura y que nos da con generosidad se está enrocando en creer
que el mundo o al menos su vida siempre va a ser así, y el día que deja de ser
como uno consideraba que iba a ser para casi la eternidad la persona no sabe
reaccionar con suficiente paciencia y cae en un desánimo para el que no se
había preparado antes, y de la misma manera hay personas para las que los
ciclos duros parece que no cesan nunca y viven en un constante deterioro, a
veces fatídico, he visto individuos perecer por no remontar sus circunstancias
negativas, individuos que no han podido separar sus posibilidades de las
circunstancias que les atenazaban dolorosamente, y entonces cuanto les rodea
les va cercando y suplanta su mente, toma como rehén las ilusiones y no digamos
cómo merma su capacidad de pensamiento, sus márgenes de discernimiento, su
capacidad de reacción, no saben decir basta y solo un destello al borde de la
desgracia final puede salvar a algunos, porque aún mantenían una brizna de fe
en el resquicio luminoso que sin duda se cuela en la vida de todos los hombres,
y eso depende de que se quiera ver, de admitir siquiera un leve panorama desde
donde se puede rehacer la vida, es por todo esto que uno observa por lo que
deduce que no conviene renegar en exceso de lo que se tiene o hemos tenido, no
hablo de resignación ni de una conformidad malsana, que la hay, aquella en que
uno vende su dignidad a cambio de pertenecer a otro, hablo de disponer de lo
que aún tenemos para hallar sendas prudentes que aún nos proporcionarán
satisfacciones placenteras y beneficios saludables, y en mis palabras se
escucharán ecos optimistas, pero solo hablo de situar al ser que llevamos a
cuestas, o que nos lleva a nosotros, y tomar una dirección a tiempo cuando las
cosas no marchan, y no me da gusto parecer un moralista, ni un clérigo, ni
mucho menos un consejero de autoayuda, que viene a ser lo mismo, pero eso ya
depende de que el otro que me oye me quiera entender.
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