viernes, 23 de septiembre de 2016

LAS CIFRAS DE SUICIDIOS SON ALARMANTES




La gente literalmente se está muriendo de pena. Muchos seres humanos viven acorralados por el miedo a ser, por el miedo a no tener, por el miedo a fracasar. Es de noche para ellos y la primavera no les llega. Las mujeres nunca consiguen ser princesas, los hombres no alcanzan tampoco el ideal de valentía y fortaleza, los niños se arrinconan con sus diferencias, los viejos llegan a sentirse inútiles en esta sociedad donde los que no producen son vomitados a los arrabales de la indiferencia. Es decir, no solo se suicidan los que se quedan sin nada, los desahuciados o hambreados. También se suicidan los que no encuentran sentido al sinsentido de esta sociedad enferma.

 

El capitalismo vacía de humanidad los corazones, los hace palpitar en un delirio que no todos soportamos: trabajos extenuantes, ocio para consumir sin tregua, drogas, cosificación de los cuerpos. Un frenesí donde lo que menos importa es lo esencial.

 

Se fabrican medicamentos que neutralizan la angustia de vivir, pastillas de todos los colores y formas, diagnósticos a trote y moche que resumen una sola cosa: el ser humano debe adaptarse al dolor que le causan sus cadenas, debe acostumbrarse a la necrosis de tanta violencia porque si respira es para aumentar la riqueza ajena. En definitiva, el capitalismo extermina de hambre, guerra y de pena. Sostenerlo saludable cuesta millones de víctimas. La pregunta es si seremos capaces de detener el holocausto antes de que sea demasiado tarde.


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