Cuentan quienes vivieron ese tiempo de silencio, con todas las
insuficiencias propias de las circunstancias, que aquel recipiente era
indispensable entre el mobiliario de uso de los locales públicos. Me estoy
refiriendo a las escupideras de la inclemente posguerra, cuando entre otras
admoniciones de obligado cumplimiento figuraba la de no escupir en el suelo.
Tal prohibición era indicio sin duda de que el gargajo no estaba ni muchos
menos desterrado de las malas costumbres de esos desventurados años, sino muy a
tono con aquellos bacines de loza ubicados discretamente en las esquinas.
Escupir en la calle es una costumbre que todavía no ha
desaparecido de las prácticas guarras visibles en nuestras aceras. Tampoco de
los campos de fútbol, donde jugadores de mucha o poca ficha abusan tanto del
salivazo como de lo que un amigo mío llamaba gargajo en cerbatana, esto es, el
que se desaloja sobre el césped a golpe de nariz, cerrando con un dedo uno de
sus orificios y dejando el otro franco para la rauda excreción.
Otro vicio muy afincado en los barrios húmedos o históricos de
nuestras ciudades, aquellos que suelen ser más pródigos en bebederos, es el de
la meada al aire.
He llegado a pensar que esto de las perdurables taras del
gargajo y la meada callejeras, como contravención a las más mínimas normas de
higiene y respeto a los demás y a la ciudad donde se habita, no deben ser muy
ajenas a otras lacras que nos caracterizan en nuestras relaciones de
convivencia y que se mantienen por encima del paso del tiempo y los supuestos
avances en educación y cultura. Por referirme a la que no debería admitir
ninguna duda en ese sentido, por su relación con las expuestas, señalo la que
sitúa a España a la cabeza de la Unión Europea como nación más desconsiderada
con el medio ambiente.
Parece hasta cierto punto
lógico que, dándose en España una tal sobreabundancia de tipos tan nauseabundos como los familiarizados con la
guarrería de excretar sus flemas y orines a ojos vista, tengamos ganado ese
primer puesto en el grado de desprecio, indiferencia y desidia hacia el
tratamiento de las aguas residuales, la eliminación de los residuos y la
conservación y protección de nuestro hábitat.
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