En los últimos años ha ido
creciendo la necesidad que muchas personas sentían de cambiar el funcionamiento
de la sociedad actual. No hay que engañarse, en la mayor parte de los casos
esto se debe tan sólo al desmoronamiento de un modo de vida que hasta el
instante anterior a su desaparición era percibida como idílica e insuperable.
Esta necesidad se ha ido
canalizando de diversas formas, ya sea en el ámbito colectivo como en el
individual, construyendo desde cero o participando en diferentes movimientos de
protesta o de construcción de pequeñas realidades paralelas y a menudo
marginales que pueden convertirse en el germen de nuevos modelos de relación y
funcionamiento o, simplemente, en un apunte más en la lista de guetos
alternativos.
Pero cualquiera que haya sido
la opción elegida, esa necesidad de la que hablábamos hace que surja una nueva
necesidad: la de organizarse colectivamente de cara a que ese cambio de
funcionamiento pueda llegar al máximo de personas posible. Es aquí donde surgen
dos vías que algunos consideran complementarias y otros, simplemente,
antagonistas.
Por un lado, están los que
optan por la organización dentro de un partido o plataforma política porque
entienden que sólo desde el acceso a las esferas del poder político es posible
realizar los cambios, a través de legislación, que estiman necesarios. Por otro
lado, están los que creen que no es posible cambiar el sistema desde dentro y
deciden que la organización debe establecerse al margen del juego de los partidos
políticos y todo lo que ello implica. Finalmente, están las personas que, de
buena fe o no, consideran que toda vía es importante y digna de ser
experimentada sin encontrar contradicción alguna en ello.
Personalmente, no me interesa
la vía partidista. Estoy convencido de que no es por este lado por donde pueden
venir los cambios sustanciales que nuestro modo de vida necesita para
garantizar una existencia libre y respetuosa. Las nuevas agrupaciones políticas
tienen de lado positivo la politización de toda una serie de personas que
permanecían ajenas al devenir político-social y que ha empezado a sentir esa
necesidad de cambio de la que hablábamos. En realidad, me interesa mucho más
esa otra vía al margen de los partidos y carreras electoralistas. Un camino que
al carecer de la premura y la urgencia del calendario electoral y estar, al
menos a priori, libre de luchas por acceder a posiciones de privilegio y poder,
es el que me ofrece mejores expectativas de cara a contribuir a la construcción
de un mundo nuevo o, al menos, a tratar de vivir con el máximo de coherencia
posible entre acción y pensamiento dentro de este mundo tan poco humano. Sin
embargo, este camino no está libre de muchos de los males característicos de la
actual sociedad puesto que, aunque nos pese, estos caminos se construyen desde
el bagaje personal de cada uno y éste ha sido forjado dentro del modelo social
en el que llevamos malviviendo desde hace tanto tiempo.
Por eso es necesario ser
conscientes de estos aspectos a la hora de enfrentarnos a la tarea que supone
la construcción de una nueva realidad tanto individual como colectiva. No es
posible asegurar que la próxima sociedad será el fruto del debate y del
consenso de los que en ella quieran vivir y al mismo tiempo defender la idea
propia como la verdadera frente a las demás. Esto nos lleva a no tener la más
mínima intención de escuchar todo aquello que se pueda proponer fuera de
nuestro marco de referencia ideológico. Sucede que dónde debieran existir
debates constructivos sólo quedan monólogos repetidos hasta la extenuación con
la única intención de vencer por agotamiento. En muchas ocasiones, es necesario
encontrar un equilibrio entre la experiencia de luchadores de largo recorrido y
el ímpetu de los recién llegados.
Cuando tratamos de
organizarnos al margen de estructuras políticas es imprescindible despojarnos
de todas esas formas de funcionamiento, de toda esa egolatría que nos hace
sentirnos más importantes que el resto, poco menos que imprescindibles, que
sólo sirven para eternizar situaciones que no llevan a ninguna parte.
No es posible construir un
mundo nuevo con lógicas y actitudes viejas.
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