jueves, 24 de marzo de 2016

ÉTICA




Cada día tengo más claro que la seguridad económica nos motiva más que la honradez ética. Es más, puedo afirmar que el dinero (y todo lo que aporta el dinero: bienestar, consumo, seguridad...) importa más que la honradez.

A la hora de pontificar sobre el bien y el mal, la justicia y la injusticia, todos somos más honrados que la honradez misma. Queremos un mundo justo, pero luego resulta que para conseguir lo que decimos que queremos, ponemos al frente de esa tarea a individuos de los que no tenemos seguridad alguna sobre su sinceridad, su honestidad y su vergüenza.

¿A dónde vamos por ese camino? ¿Qué mundo les vamos a dejar a las generaciones futuras? Seguro, un mundo con muchas técnicas y miles de artilugios. Lo que no sabemos es si podrá ser un mundo más humano, más habitable y más honesto.

Será, sin duda, el mundo de los predicadores de la justicia y la verdad. Pero seguramente será también el mundo de la mentira, el mundo en el que nadie podrá fiarse de nadie, el mundo del odio y el desprecio.

Mi intención no es despreciar a los políticos. No estoy hablando de ellos. Estoy hablando de todos.

De pico y lengua, estamos todos bien abastecidos. Lo que no sé es si la coherencia ética se corresponde con nuestras palabras. Ahí está, creo yo, el problema del momento.

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