Ser otro, forma parte de la existencia. He ahí la rotundidad del ser.
Lo miro, sí, lo estoy
mirando y lo reconozco, me reconozco en aquel niño que juega, pero no soy yo,
«¡ya no soy yo!», hay una gran distancia, un ancho mundo que nos separa al niño
y a mí. Es como aquello del río que siempre es el mismo pero distinto. Yo
también soy como el agua que ha ido pasando y aún sigue pasando, soy yo pero no
soy el mismo. Mantengo el mismo número de identidad y el mismo nombre y mi hija
me sigue llamando papá, pero no soy el niño que fui ayer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario