Erase una vez un
pescador que descansaba tumbado en su barca leyendo un libro, tomando una
cervecita, escuchando música y dando pequeñas cabezadas cuando de repente se le
acercó un yate de 33
metros de eslora que llevaba al mando a un rico
financiero.
El financiero se
asomó y saludó al pescador:
– Buenos días
– Buenos días
-contestó el pescador.
– ¿Qué? ¿No hay
buena pesca hoy?
– Sí, sí. Hay muy
buena pesca.
– ¡Ah! ¿Entonces que
haces ahí descansando?
– Nada, ya he
pescado suficiente por hoy y estaba aquí tranquilamente leyendo antes de volver
a casa.
– ¿Volver a casa? Si
son las 12.00 de la mañana. Pero, ¿por qué no aprovechas para ir a pescar más?
– ¿Y qué haría con
eso? – respondió el pescador.
– Pues tendrías más
producto que vender y podrías obtener más beneficio.
– ¿Y qué haría con
eso?
– Pues podrías
invertir ese beneficio en un motor con lo que podrías navegar más rápido y en
aguas más profundas con lo que aumentarías la productividad y obtendrías
todavía más beneficio – explicó el financiero.
– ¿Y qué haría con
eso?
– Pues podrías
adquirir una flota entera o hacerte con barcos de la competencia. E incluso
podrías contratar bien baratita a toda una tripulación a tus órdenes,
expandirte por aguas internacionales y así pescar todavía mucho más.
– ¿Y qué haría con
eso?
– Pues podrías
generar un montón de fondos con los que invertir en los mercados financieros
como yo: mercados de futuro de atún, derivados del rodaballo o certificados de
seguros de sardineta. Aquí sí que podrías ganar muuuuuuucho dinero.
– ¿Y qué haría con
eso?
– Pues te podrías
comprar 4 casas, 5 coches, 2 caballos, 8 televisores de plasma, un lavabo con
grifería de oro y hasta podrías comprar un yate como el mío con el que podrías
salir al mar, navegar libremente y disfrutar de la vida.
– ¿Y qué coño te
crees que estoy haciendo en este mismo momento? – Contestó el pescador
satisfecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario