miércoles, 9 de marzo de 2016

PRINCIPIOS Y VALORES DE NUESTRA CULTURA




Hay que modificar los principios y valores de nuestra cultura para reorientar la filosofía popular a una nueva era donde primen otros nuevos. No podemos seguir en esta dinámica depredadora, exculpatoria y agresiva, donde las culpas siempre son de otros, léase políticos, países, emigrantes, o vaya usted a saber… En todo caso habría, bajo mi modesta opinión, que redefinir esa cultura, no solo cambios de normas y leyes, sino con un proceso educacional, de responsabilidad social, individual y colectiva, que hiciera al individuo más permeable y racional, que abocara en un nuevo contrato social. Eso es complicado, pues hay grupos de influencia y poderes fácticos que siguen apoyando y apostando por el sistema tradicional, que sustenta ese poder propio que no quieren sacrificar.

La cuestión, para mí, está en como fraguar una sociedad madura que no se pliegue a los liderazgos paternalistas, que no se deje alienar con falsas orientaciones, que no se atrape en la delegación de su soberanía a sujetos irresponsables, que tome partido y defienda y exija que los gobernantes gobiernen para ellos y no para las clases pudientes, el capital, la banca y los intereses imperialistas de las multinacionales. En suma, introducir esa dosis de librepensamiento que cada cual debe reivindicar desde la responsabilidad de ese nuevo contrato social.

Un problema es que la globalización rompió fronteras al mercado, pero no homogenizó las culturas organizacionales; es más, mientras más divididos andemos y mientras más se potencien los localismos, más energía se distraerá de la lucha verdadera, de la que lleve a esa homogenización global, no solo de valores y principios, que definen las culturas, sino del propio desarrollo humanista y social.

Sigo diciendo, desde hace ya bastante tiempo, que hay dos tendencias en lucha, la que busca una clase dominante, dueña del mundo y sus recursos y usa, si le interesa, a las ciudadanía en general, la aliena, pero si no la necesita la enfrenta y provoca el conflicto sin importarle la vida ajena; esa sociedad falta de ética, amoral y asimétrica se está fraguando en este tiempo desde grupos de poder ocultos, son los de siempre, apoyados invariablemente, también, por los de siempre. Por otro lado está otra tendencia que busca la simetría, la justicia social y el valor humano por encima del valor material; aquellos que cada vez tienen más conciencia del entorno y de la imposibilidad de seguir en esta loca marcha que acabará con todo en poco tiempo.

Los cambios hay que sembrarlos, cultivarlos y abonarlos. Solo se da un cambio definitivo si tiene suficiente apoyo social, si es asumido el llamado y empujado por la colectividad. Pero para ello se ha de establecer el espíritu de los tiempos, que muestra un clima intelectual y cultural capaz de reorientar nuestra cultura hacia otra estructura funcional y social más justa, más simétrica.

¿Empezamos… o dejamos que ganen los otros? Habrá que no caer en sus señuelos, reconocer la importancia de cada cosa, en buscar lo que nos une y no lo que nos separa. El partido del siglo se juega entre el humanismo y el clasicismo. El resultado final será la supremacía de una cultura u otra.

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