Las máscaras estuvieron
destinadas en un principio a ocultar la cabeza o el rostro, o a amplificarlo, y
se utilizaban sobre todo como instrumentos mágicos en la vida cotidiana o en
rituales religiosos.
En la actualidad las máscaras han
perdido su carácter ritual y solo tienen un uso carnavalesco, pero el ser
humano sigue usando otras máscaras, a veces invisibles pero muy reales, para
refugiarse en la seguridad y protegerse de nuevas amenazas.
Ocultarse es una de las primeras
reacciones del ser humano ante las faltas cometidas. Todos tenemos miedo a ser
descubiertos en falsedad, y tememos que los demás vean quienes somos en
realidad y cuáles son las verdaderas intenciones de nuestro corazón. Con
frecuencia buscamos ocultar lo que somos y queremos aparecer como lo que no
somos. Y para eso nos servimos de disfraces y máscaras.
La máscara reviste nuestros
miedos, tan abundantes siempre y especialmente en la sociedad actual: miedo a
expresarnos o a que nos conozcan más de lo que deseamos; miedo a mostrar
nuestro lado oscuro; miedo a no obtener la aprobación de los demás; miedo a que
nos juzguen y rechacen; miedo a la intimidad con otros o a parecer vulnerables
frente a los demás; miedo a la inseguridad; miedo a ser diferentes a lo marcado
por las convenciones sociales; miedo al compromiso y a la responsabilidad. Nos
ponemos aquellas máscaras que creemos nos harán aparecer como “personas
respetables”.Con ellas representamos lo que queremos que los otros vean y así
agradarlos y ajustarnos a lo que los demás quieren ver en nosotros, aunque eso
implique que nuestro comportamiento vaya en contra de lo que realmente somos.
En la selva humana, en la que
vivimos perdidos y manejados por las tecnologías de la comunicación, abundan
ahora las máscaras que nos siguen dando fuerza, protección o seguridad en un
mundo de manifiesta fragilidad. Las máscaras, al menos en apariencia, nos
defienden, pero corremos el peligro de terminar haciendo lo que los demás
esperan de nosotros y no lo que nosotros queremos hacer de nuestra vida.
Todas esas máscaras nos ocultan y
a la vez nos delatan. Y están reforzadas por ropajes de todo tipo con los que
nos disfrazamos, ahora con un uso desaforado, a causa del consumismo que nos
invade o de la necesidad que tenemos de ocultar lo que somos, mostrar aquello
que no somos… o pedir lo que queremos ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario