El deseo es una gran herramienta para
avanzar. Pero, también, nos puede llevar a la autodestrucción. Siempre deseamos
algo que no tenemos. Además si lo que deseamos está lejos o es algo prohibido,
nuestras ganas se exarceban aún más. Pero una vez conseguido, se pierde toda la
magia o la ilusión. Puede que lo disfrutemos durante un tiempo pero, en
seguida, ya no resultará novedoso y buscaremos nuevos retos. Nunca quedamos
contentos, siempre queremos algo más.
La forma en que se desenvuelven nuestros
deseos define y determina toda la historia de la humanidad. A medida que estos
se desarrollan, incitan a las personas a estudiar su medio ambiente, de forma
que puedan colmar sus deseos. En cada generación, y en cada persona, los deseos
se vuelven más y más fuertes, más egoístas. Este desarrollo de nuestro egoísmo
nos llevó a la actual crisis económica, social, ecológica. Todos vivimos en un
mismo planeta con recursos limitados, mientras nuestros deseos siguen creciendo
y creciendo de forma ilimitada.
¿Cuál será la solución? Un consumo
razonable, una transformación de nuestros deseos egoístas en los deseos que
beneficiaran no sólo a nosotros mismos
sino a la sociedad y al medio ambiente en que vivimos. Tenemos que dejar de
“tener” a favor de “ser”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario