viernes, 25 de marzo de 2016

CUENTOS DE DAMIÁN

DAMIÁN EN EL SUPERMERCADO




Damián llega al supermercado y unos carteles, de colores claros, le dan la bienvenida animándolo a entrar. Los carteles están acompañados de suculentas ofertas que anuncian precios muy baratos. Coge el carrito de la compra, tan grande que mucho hay que llenarlo para que no parezca vacío, y empieza la búsqueda de los productos que necesita por innumerables pasillos con estanterías repletas. El carro, por más que lo intenta llevar recto, siempre se le gira de cara al estante y allí ve, como quien no quiere la cosa, un nuevo artículo que no esperaba y lo suma al pedido.

Necesita leche y yogures y le toca atravesar todo el supermercado para conseguirlos. ¿Por qué pondrán siempre lo que más falta me hace al final del establecimiento?, se pregunta. De camino, un hilo de música con ritmo suena de fondo. El ni lo escucha pero nota como la melodía se va adueñando de su estado de ánimo animándolo a comprar. Mira precios y no entiende porqué los importes nunca son redondos, siempre acaban en decimales, haciendo muy difícil la comparación entre unos y otros. Se fija en todos aquellos que acaban en nueve, y así piensa que ahorra un poco. Tiene la sensación de que esos productos son más baratos.

Tiene que pararse, dos carritos de otros clientes están en medio del pasillo y le obstaculizan la marcha. ¿Por qué harán los pasillos tan estrechos?, se pregunta. ¡En fin!. Aprovecha la parada para mirar los estantes que tiene delante y allí está, mirándola de frente, esa bolsa de patatas fritas que no le conviene. Duda, vuelve a dudar y finalmente su mano agarra la bolsa y… ¡al carro! Avanza ahora buscando un paquete de arroz que necesita pero lo han cambiado de lugar. No entiende por qué cada cierto tiempo mueven los productos de sitio. Cuando ya se sabe el camino de memoria, le toca, de nuevo, dar mil vueltas antes de encontrar lo que necesita. Eso sí, al reaprender el camino descubre nuevos productos en los que antes no se había fijado.

Ya sólo le queda coger el detergente. A la altura de los ojos ve esa marca que dicen por la tele deja la ropa tan limpia. Toma el envase y, por casualidad, mira el precio… ¡qué caro!, y lo vuelve a poner en su sitio. Observa arriba y abajo en la estantería y allí encuentra otra marca menos conocida pero más económica. Se agacha y la agarra. ¿Por qué la pondrán en un lugar más difícil de coger?, se pregunta.

Llega a la caja y se pone en la cola. Aburrido por la espera mira a su  alrededor y ve todos esos chocolates, caramelos, golosinas… ¡y a un solo palmo! Imposible decir “no”. Venga, un día es un día, al carro.

Siempre, a la salida, le da por pensar ¿cuántas cosas ha comprado que no necesitaba? ¿Son los supermercados sinónimos de la libertad de escoger lo que más le gusta? Piensa, cuando va en el coche camino de casa, que la libertad de escoger no está en el supermercado sino fuera de él.



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