DAMIÁN EN EL SUPERMERCADO
Damián llega al supermercado y unos carteles,
de colores claros, le dan la bienvenida animándolo a entrar. Los carteles están
acompañados de suculentas ofertas que anuncian precios muy baratos. Coge el
carrito de la compra, tan grande que mucho hay que llenarlo para que no parezca
vacío, y empieza la búsqueda de los productos que necesita por innumerables
pasillos con estanterías repletas. El carro, por más que lo intenta llevar
recto, siempre se le gira de cara al estante y allí ve, como quien no quiere la
cosa, un nuevo artículo que no esperaba y lo suma al pedido.
Necesita leche y yogures y le toca atravesar
todo el supermercado para conseguirlos. ¿Por qué pondrán siempre lo que más
falta me hace al final del establecimiento?, se pregunta. De camino, un hilo de
música con ritmo suena de fondo. El ni lo escucha pero nota como la melodía se
va adueñando de su estado de ánimo animándolo a comprar. Mira precios y no
entiende porqué los importes nunca son redondos, siempre acaban en decimales,
haciendo muy difícil la comparación entre unos y otros. Se fija en todos
aquellos que acaban en nueve, y así piensa que ahorra un poco. Tiene la
sensación de que esos productos son más baratos.
Tiene que pararse, dos carritos de otros
clientes están en medio del pasillo y le obstaculizan la marcha. ¿Por qué harán
los pasillos tan estrechos?, se pregunta. ¡En fin!. Aprovecha la parada para
mirar los estantes que tiene delante y allí está, mirándola de frente, esa
bolsa de patatas fritas que no le conviene. Duda, vuelve a dudar y finalmente
su mano agarra la bolsa y… ¡al carro! Avanza ahora buscando un paquete de arroz
que necesita pero lo han cambiado de lugar. No entiende por qué cada cierto
tiempo mueven los productos de sitio. Cuando ya se sabe el camino de memoria,
le toca, de nuevo, dar mil vueltas antes de encontrar lo que necesita. Eso sí, al
reaprender el camino descubre nuevos productos en los que antes no se había
fijado.
Ya sólo le queda coger el detergente. A la
altura de los ojos ve esa marca que dicen por la tele deja la ropa tan limpia.
Toma el envase y, por casualidad, mira el precio… ¡qué caro!, y lo vuelve a
poner en su sitio. Observa arriba y abajo en la estantería y allí encuentra
otra marca menos conocida pero más económica. Se agacha y la agarra. ¿Por qué
la pondrán en un lugar más difícil de coger?, se pregunta.
Llega a la caja y se pone en la cola. Aburrido
por la espera mira a su alrededor y ve
todos esos chocolates, caramelos, golosinas… ¡y a un solo palmo! Imposible decir
“no”. Venga, un día es un día, al carro.
Siempre, a la salida, le da por pensar
¿cuántas cosas ha comprado que no necesitaba? ¿Son los supermercados sinónimos
de la libertad de escoger lo que más le gusta? Piensa, cuando va en el coche
camino de casa, que la libertad de escoger no está en el supermercado sino
fuera de él.
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