La crisis de los refugiados sirios que quieren
entrar en Europa, como la llegada masiva de tantos inmigrantes por razones
económicas, políticas y religiosas supone el justo pago por una manera de
entender el mundo. Evidentemente, para ellos no es justo porque el precio que
han pagado en sus vidas es excesivo. La moderna visión occidental del mundo
implicaba el control de continentes enteros y de los flujos migratorios. Europa
primero y todos los países desarrollados de Occidente después generaron
movimientos interesados para aprovecharse de la mano de obra barata y de los
recursos naturales de otros lugares. Esto implicó sostener sistemas políticos
corruptos o jugar en beneficio propio con los conflictos bélicos locales o las
crisis humanitarias.
El mundo
globalizado ha provocado que los viejos sistemas de contención y distribución
se hayan venido abajo y las distancias se hayan acortado. La evidente
decadencia del mundo europeo ha hecho el resto. La solución no es fácil ni
inmediata y no consiste ni en el rechazo de los inmigrantes y refugiados tal y
como piden las tesis más conservadoras ni la apertura de las fronteras de
manera total como piden las más progresistas. Quien vea la solución en un
sentido o en otro fácil y evidente, se engaña. Entre otras cosas porque la
solución no depende de nosotros, ya no, porque el mundo ya no está gobernando
por intereses nacionales ni por gobiernos locales. Se ha provocado una
conmoción a gran escala que acompaña la globalización financiera y a la que
tardará décadas en alcanzar la globalización de la legislación basada en los
derechos del ser humano y de los ciudadanos. Mientras tanto asistiremos a
espectáculos propios de una catástrofe humanitaria que afectará a millones de
personas y que es la consecuencia de siglo y medio de política neocolonial y de
avaricia financiera.
Preparémonos para un mundo terriblemente hostil
que nosotros mismos hemos creado y al que la mediocridad de nuestros
gobernantes no sabe dar respuesta.
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