martes, 2 de febrero de 2016

CARICIAS

* Una mano crece cuando una cara se deja apuntalar



Una cara crece cuando una mano la sostiene. La turbación del roce da paso a la aceptación de la caricia. Una caricia tiene que sujetar, de lo contrario no pasaría de manifestar sino la levedad de una carantoña. Hay un componente arquitectónico en la verdadera caricia. Dos individuos se conceden un tiempo de sí mismos. Se intercambian. Ceden a todo lo superfluo y se ponen en el lugar opuesto. Todo se detiene ante la mano que acaricia y ante el rostro que se deja acariciar. Incluso las palabras cesan, las miradas pueden ser prescindibles, la luz no es necesaria. Las fuerzas más imprecisas de dos cuerpos se ponen a prueba. Uno descarga sobre el otro su abandono. El otro se erige en equilibrio de una emoción compartida. La construcción es dual. La llama arde en cualquiera de los dos sentidos. La quietud iguala la intrascendencia de los géneros. Una mano crece cuando una cara se deja apuntalar.




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