jueves, 18 de febrero de 2016

TELEVISIONES, EDUCACIÓN E INFANCIA




Uno de los medios más influyentes en nuestra sociedad es la televisión. Recientemente, se ha denunciado el hecho estremecedor de que nuestros niños ven al año más de 20.000 actos violentos a través de la pantalla: homicidios, peleas, tiroteos, robos, suicidios…, durante la escandalosa media de más de tres horas diarias que permanecen atentos a esta niñera perversa. Casi la mitad de nuestros pequeños ve programación adulta y, además, solos, con lo que la posibilidad de diálogo o explicación de ciertos hechos es nula.
La llamada “caja tonta”, que se debería llamar “caja atontadora”, está sustituyendo a las relaciones humanas. Es cómoda, incansable, barata y mantiene al niño hipnotizado y quieto, con lo cual su “servicio” a los agobiados padres es literalmente impagable. Pero el peligro es claro. Está alejando a nuestros hijos de la realidad. En vez de asimilar raíces familiares y culturales propias, se ven sometidos a la dictadura de la degradación cultural y a la asimilación de esquemas ajenos a su entorno social, con lo cual el mundo es cada vez más uniforme y no precisamente en lo positivo. Fomenta el consumismo y la pasividad, y nuestros niños engordan, sometidos pasiva y dócilmente a la tiranía de multinacionales sin escrúpulos que los seducen con publicidad.
El mundo les llega a través de un lenguaje pobre, aséptico y estandarizado  que les impide reconocerse en él en sus diversidades lingüísticas respectivas. La sociedad que perciben a través de la pantalla es cruel, despiadada y egoísta, además de infantilizada. Rechazarán por ello la disciplina, la responsabilidad y el esfuerzo, acostumbrados a actuar como reyes omnipotentes ante el mundo que dominan a su antojo con el mando a distancia.

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