domingo, 14 de febrero de 2016

LA SOLIDARIDAD Y LA JUSTICIA



“Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días extraños en los que la honestidad más simple era calificada de coraje”.
Yevgueni Yevtushenko



Repaso la prensa, como todos los días. Siguen los silencios, los ruidos distorsionantes, las manipulaciones, los falsos significados, las palabras privatizadas, las medias verdades peores que mentiras. Busco un oasis entre tanta infamia. Noto que me falta el aire, pero vuelvo la vista a mi biblioteca y encuentro el libro de Sábato “La resistencia”. Está ajado, manoseado, acariciado, usado, como ocurre con los libros que se aman. Y en sus páginas, encuentro las palabras que nombran esta infección letal que se extiende sin remedio y que arrasa la vergüenza, la decencia y la honradez:
¿Han notado que la gente ya no tiene vergüenza y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien uno se puede encontrar, con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones, como si nada? En otro tiempo su familia se hubiera enclaustrado, pero ahora todo es lo mismo y algunos programas de televisión lo solicitan y lo tratan como a un señor.
Y, mientras leo,  repaso mentalmente fotos recientes de políticos y políticas ufanos, orgullosos, prepotentes, paseando su descaro por platós de televisión, arrancando aplausos a un público dirigido por el realizador de turno. Recuerdo programas que se visten de falsa progresía y cadenas que presumen de libertad en manos de imperios empresariales al servicio de un poder que los sostiene… Programas y cadenas que hacen más daño si cabe, al convertir la política en un circo, las argumentaciones en falsos debates sin argumentos, la batalla dialéctica en esperpento. Y todo bajo la engañosa patente de progresía. Escucho a los corruptos dar lecciones de moral sin complejos, sin decencia, sin vergüenza. No hay nada como tener la moral supeditada al cinismo. Y pienso que sí me cruzo de brazos, seré cómplice. “No podemos resignarnos”, sigue diciendo Sábato:
No debemos ser asesores de la corrupción. ¿Cómo vamos a poder educar a nuestros niños si en esta confusión ya no se sabe si la gente es conocida por héroe o por criminal? ¿Cuantos escándalos hemos presenciado y todo sigue igual, y nadie -con dinero- va preso? ¿Hasta dónde vamos a llegar?
Y , a medida que leo  sus palabras, el aire vuelve a mis pulmones , vuelvo a respirar. Porque uno no se atreve a respirar, a pensar, a resistir, cuando está solo. Pero sí puedo hacerlo, si lo hago con los otros. Juntos somos más fuertes. Cierro el libro y decido salir a la plaza con los demás, a unir el latido de mi corazón al de miles de corazones, como cantaba el poeta Alexandre. Una vez más, la palabra ha sanado mi alma. Una vez más, compruebo que la literatura consuela del duro oficio de vivir.La vergüenza sigue ausente, el periodismo cautivo, la honradez desaparecida, la esperanza escondida, las mentiras libres. Y los silencios ahogan los gritos de rebeldía. Pero ya sé que es posible resistir y que es posible la esperanza. Los seres humanos nos hacemos fuertes en nuestra debilidad porque siempre nos guía la solidaridad y la justicia.

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