sábado, 13 de febrero de 2016

LAS MARAVILLAS DEL MUNDO




Recientemente, bajo el patrocinio de no sé qué entidad pudiente del planeta, se han decretado  las nuevas maravillas del mundo. A estas alturas de la vida y de la Historia, andar proclamando las maravillas que el pasado monumental nos ha legado huele enseguida más bien a negocio y supongo que a política acogedora de dicho negocio. Diversas ciudades o entornos  han pujado, algunas como locas, para ofertar sus productos paisajístico-arquitectónico-simbólicos y labrarse un futuro entre las páginas de esa especie de libro Guinness de las Maravillas. Supongo que la industria turística y hotelera se encontraba detrás del montaje, en ese afán por lucrarse más que por hacer valer el conocimiento de la herencia de cada rincón de la Tierra. A mi me interesa reflexionar aquí sobre otro aspecto. Ese sesgo competitivo de que lo mío vale más que lo tuyo, y lo de aquí vale más que lo de allá simplemente porque lo de allá no suena, por ejemplo, no es la mejor manera de rescatar la importancia y el interés por las obras de la Humanidad. Ese sonido a mercado puro y regateador y a circulación monetaria insaciable, que parece que obligaran a echar un pulso entre estéticas monumentales, no ennoblece precisamente el objetivo, sólo curable por una visión más amplia de la cultura. Todas las culturas y geografías del planeta cuentan con muestras artísticas de categoría que no deben estar sujetas al paternalismo de asociaciones filantrópicas, sino que deben ser objeto de difusión y acceso por los gobiernos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario