martes, 23 de febrero de 2016

LA PALABRA





Siempre he sentido fascinación por la palabra. Me maravillan las personas que saben usarla, en voz alta, por escrito o en paredes. La palabra puede muscular las ideas más atrofiadas, puede poner en pie de paz o de guerra. Por eso es temida, odiada, encarcelada. Porque cuando da en el blanco revienta las cadenas, airea los corazones, se pone a cantar a las mujeres y los hombres hasta que se hace luz entre las tinieblas.

La palabra no es piedra, pero golpea, no es plomo, pero dispara, no es propiedad privada. Es de todos o de ninguno, pero los que la quieren en sus jaulas, la persiguen, la acechan, la quieren atar en corto, herirla de muerte, llenar de miedo sus arterias.


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