domingo, 7 de febrero de 2016

DORMIR




Dormir se convierte a cierta edad en algo peculiar y diferente, si no irritante. Pero ¿acaso no es distinto a su vez el acontecer de las horas conscientes? Yo unas noches duermo con largura, otras escasamente, otras me despierto y vuelvo a dormir de modo alterno, otras me desvelo con harto desasosiego, otras sueño con gran alboroto y olvido, otras me azuzan pesadillas que logro recordar después, otras son de tiempo que transcurre calmo, otras deambulo entre pensamientos, otras soy asaltado por ese estado que la testosterona produce en uno sin saber por qué, sin incentivo ni deseo alguno, y que me trae a mal traer en esas horas intempestivas. En fin, dormir y soñar, se convierte cada noche en una experiencia novedosa, extraña, entrañable, revoltosa, deudora. Y de pronto, al despertar, me siento ángel, probablemente caído, y me digo: he visto amanecer otro día sin otoño, tampoco invierno, sólo el de nuestro descontento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario