jueves, 4 de febrero de 2016

EL ARMARIO DE LAS MÁSCARAS

* La vida se nos escapa como un puñado de arena entre las manos



Antes de acostarme debo disponer mi rostro de mañana. Abrir el armario de las máscaras. Extenderlas sobre la caja de neón. Hasta los cráneos se abren de par en par y ofrecen un disfraz que es una pose, que es una autodefensa. Decidirse a aparentar una jornada más. Traducir los gestos aquiescentes como si se tratase de la propia naturalidad. De frente, de lado, de cogote. Cuántos actores anónimos estarán a esta misma hora preparando el uniforme del día siguiente. Los mismos que, horneados por la madrugada, nos encontraremos en andenes, en autovías ,en ascensores. Repasar el surtido. Qué modelo escoger. ¿El rostro cejijunto? ¿La sonrisa beatífica? ¿La piel distendida del despistado? ¿La alegría incontenible y ejemplarizante? ¿Los pómulos rollizos de la felicidad manifiesta? ¿La mirada penetrante y avasalladora que derribe al enemigo antes de comenzar la batalla? ¿El perfil despreocupado? ¿El morro apretado y firme? ¿La frescura tersa y refrescante? Cuesta decidirse. Sobre todo cuando hay que dar la talla. Cuando hay que mostrarse como no se es. Mejor lo dejo a la improvisación.




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