La vida tiene estaciones, es necesario pararse en todas.
Desde pequeño me
fascinó viajar en tren. Vivo en un nudo ferroviario y a mi abuelo paterno, que
era maquinista, le gustaba decirme: “éste sábado te voy a llevar a ver el
mundo.
Íbamos en tren de
nuestro pueblo a otros, y nos colocábamos en la ventanilla, uno frente al otro,
sin hablar, para no perdernos el mundo que pasaba entero por delante de
nuestros ojos. Cuando llegábamos, nos volvíamos. Eran unos días en los que al
llegar a casa miraba el mapa y sí…, creía que había visto el mundo entero.
Viajar cerca creyendo que es muy lejos sólo es cuestión de estatura. Luego
crecí.
El mundo cuando
eres pequeño está más allá de los hombros de tu abuelo, pero cuando creces ya
no te puede proteger. Es entonces cuando te subes en trenes que no van a
ninguna parte.
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