… cincuenta euros les parece mucho. ¡Qué quieren que les haga!
¿Qué se lo regale? A los pudientes les pido cien. Sólo las horas que tengo que
hacer entre este portal maloliente y la acera ya lo vale. Admito que con los
currantes soy más condescendiente, sobre todo con aquellos a los que se les ve
el pelo revoltoso. Sé lo que les cuesta a ellos ganarlo y las temporadas que
pasan sin que les contrate nadie. Pero algunos vienen desde hace tiempo, son
clientes a los que guardo ya cariño. ¿Cómo podría ahora decirles que no? No son
mejor gente ni más limpia los pudientes. Muchos vienen ya ebrios y son muy
desagradables. Sí, dejan más, pero a veces prefiero darles nones. Una tiene sus
principios. ¿Los estudiantes? O son unos cobardicas o van de chulitos, sólo
saben vacilar. Es perder el tiempo con ellos. Y el que viene a probar por
primera vez te lleva un tiempo que no merece la pena. En lo que estás con uno
de éstos te quedas sin el seguro. Sólo los acepto cuando no hay clientela. Hay
un tipo de mediana edad con ademanes muy suaves. Viene de vez en cuando y sólo
me mira y si yo le hago un gesto sube conmigo. No le gusta hablar mucho y le he
cogido el tranquillo. Creo que porque le hablo también con dulzura. Para mí que
es un cura. No sé, hay algo en el olor de su piel, y esas manos siempre tan
pulidas. La ropa la lleva normal, como si fuera un oficinista, pero algo
descuidada, sobre todo en los dobladillos del pantalón. Y el cuello de la
camisa tan descuidado. A veces le tiro de la lengua, pero no entra al quite. Un
día me pidió algo más duro; no me sorprendió porque una ya ha visto de todo.
Pero no tengo queja. Paga bien y es amable. ¿Qué si no he pensado alguna vez en
cazar a un solterón? Claro que pasan por aquí unos cuantos, incluso de los que
tienen comercios. Tentada he estado, pero tendría que refinarme más. Y tampoco
me gustaría hacerlo sin algo de amor. Pretender a estas alturas de mi edad
enamorarme ni me lo imagino. Lo sigo pensando, pero tampoco quiero convertirme
en la esclava del hogar de nadie. Aunque con los tiempos que corren sería ir a
lo seguro. Conozco a algunas paisanas que lo han hecho. A unas les va mejor, a
otras peor. Lo que sí que tengo claro es que esta vida no puede ser para
siempre. Que no quiero acabar ni enferma ni tirada. Y nunca me ha atraído un
trabajo ordinario, ni tener un jefe. Me gusta sentirme a mi aire. Por no tener
no tengo ni chulo y eso les gusta a mis hombres, y hace que sea más atractiva a
su mirada. Que sí, que la personalidad engancha tanto como las curvas, y en ese
sentido no me va mal. Siempre que no cambien las cosas. Algunos señoritos de
derechas andan metiendo miedo sobre cómo van las cosas en el país. Con nosotras
no se meten porque nos necesitan. Pero haré una confidencia: en cuanto huelo de
lejos a un pringao de esos con ideas de ricos pero sin serlo y que quiere
salvarnos a todos le doy esquinazo. No les aguanto…
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