Los bandoleros se apostan en
las cumbres de las serranías europeas. Se llaman gobiernos de estados y otras
instituciones. Deciden si asaltan a éste o al otro que ellos gusten, no
bastándoles con sacarles las entretelas a los propios súbditos. Cada vez tienen
más gestos totalitarios que dejan por el suelo las constituciones, los
principios democráticos y cualquier código de derechos humanos, con el riesgo
añadido del mal entendimiento. Fomentan la quiebra social. Deciden sobre el
tránsito de individuos y representantes electos como si fueran sus fincas
particulares o sus territorios feudales ¿cueva de ladrones y serranía de
bandoleros? Entre la banca que protagoniza el primer símil y los mandatarios
cada vez menos representativos que encarnan la segunda metáfora no se auspician
buenos vientos para una ciudadanía a la que no la dejan ser. Yo, al menos, no
quiero que esos bandoleros actúen en mi nombre.
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