Este país se me está poniendo
borroso y feo. Viaje donde viaje encuentro cada vez menos capacidad para el
diálogo y el encuentro y más para el insulto, la descalificación y el
desencuentro. Los medios de comunicación han visto en la guerra de trincheras
la forma de ganar audiencias, los intereses partidistas e ideológicos se
sustentan en la confrontación y no en el verdadero debate, la polémica y los
golpes bajos. Aumenta el contenido victimista fomentado interesadamente y el
victimismo solo lleva al rencor y la visión confusa de la realidad. Predomina
la incapacidad para reconocer los propios defectos y la lupa de aumento para
los ajenos. Los unos y los otros se empeñan en ver solo lo que les separa y el
daño causado por el contrario y no aquel del que los propios son responsables.
Y en lo personal se prefiere no hablar con el amigo que piensa diferente, al
compañero de trabajo que no es servil le acusamos de todo y se le acosa
laboralmente o se le desprecia. No son comportamientos nuevos pero nunca como en
los últimos años se han convertido en norma. Con estos materiales no hay forma
de construir nada sólido más allá de un muro de odio. En los extremos puede
estar la razón propia o la victoria sobre el enemigo pero nunca el futuro.
Sobre todo porque mientras nosotros nos agredimos otros sacan beneficios de
nuestra sinrazón. Hay quien no obra así, por supuesto. A ellos me acojo cada
vez con más fuerza. Busco una esperanza.
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