La expresión sentido común describe las creencias o
proposiciones que benefician a la mayoría de una sociedad.
A la vista de esta proposición cabe preguntarse quién, o
quiénes, deben llevar a término los asuntos de la sociedad con ese sentido
común. La respuesta lógica debe ser: Los políticos y las políticas sociales que
beneficien a la mayoría. Para ello se le pregunta a la ciudadanía mediante el
voto, para que los políticos hagan la lectura adecuada y comprendiendo lo que
el pueblo desea, obrando en consecuencia.
Tras las
elecciones del 20D en España, tengo la impresión de que nuestros políticos
siguen intentando dilucidar y comprender lo que el pueblo, en su sentido
común, ha dicho. Se siguen preguntando a estas alturas: ¿Pero qué narices
ha dicho el pueblo? Para interpretar o hacer ese diagnóstico solo hay que usar
el mismo sentido común que ha usado el pueblo reivindicando su conveniencia con
la diversidad y pluralidad propias de la democracia. Es decir, con una visión
holística, que abarque a todos y cada uno de los posicionamientos que se han
manifestado y apoyado mediante el voto de forma masiva. Eso es lo que han
dicho las urnas.
Pero
habría que preguntarse: ¿El sentido común de los partidos es compatible con el
de la sociedad? ¿No está mediatizado por los propios intereses de grupo en
contraposición a los otros grupos que integran esa sociedad, pero que tienen
otra visión de las cosas? ¿Cabe, pues, aceptar que los partidos políticos
tienen sentido común, o ese sentido esta contrapuesto al común sentido de la
ciudadanía y del propio Estado? Tal vez, los partidos, no tengan sentido común…
Haciendo,
pues, uso de ese hipotético sentido común que me otorgo, me atrevería a
plantear algunas cuestiones de especial trascendencia:
* El
resultado electoral ha dejado manifiesta la diversidad de posicionamientos
sociales y políticos de nuestra sociedad, sin otorgar a nadie la mayoría
suficiente para que obvie el planteamiento de los demás, cosa, a mi entender,
loable.
* Se
ha llegado al mismo a través de un proceso de deterioro político que ha
mostrado la conveniencia de introducir cambios importantes en la estructura
democrática que garantice un mejor funcionamiento de la misma, a la vista de la
incompetencia para dar respuesta a los problemas reales de la ciudadanía por
parte de los gobernantes y legisladores.
* La estructura
de convivencia que se construyó en la transición posfranquista, es decir, la Constitución vigente,
ha sido superada por las demandas de una nueva generación que no está
condicionada por aquellos escenarios, tiempos e intereses, ya que fue pensada
como un compromiso transitorio hacia la democracia real para que el franquismo,
sintiéndose seguro, diera paso a una nueva etapa.
* La
nueva generación, de la que forma parte el mismo Felipe VI, al menos en sentido
temporal, demanda un nuevo marco relacional propio. Juan Carlos ya cumplió con
su cometido con mayor o menor acierto según qué casos, ahora estamos en otro
tiempo histórico.
* El
salto de una dictadura a una democracia no se consigue por birlibirloque, sino
por un proceso de concienciación, educación y formación ciudadana que lleve a
la implantación de los principios democráticos y a la actitud y conducta de un
pueblo que los siente como suyos.
* Después
de cuarenta años ese proceso se debe haber realizado en mayor o menor medida,
por lo que se reivindica un nivel más elevado en el ejerció democrático.
* Por
otro lado, una dictadura, o una monarquía en su esencia histórica, entiende la
patria como un territorio y al ciudadano como súbdito; mientras una democracia
la concibe como un lugar donde se convive bajo la voluntad de los pueblos, de
la gente soberana, que quiere compartir a gusto y por mutuo beneficio los
espacios de convivencia.
Para mí,
siguiendo con ese sentido común y haciendo una lectura de las elecciones, hemos
de sacar varias conclusiones para que el político de turno comprenda qué es lo
que le pide el pueblo:
* La
opinión pública está muy polarizada y es su obligación conseguir articular la forma
para canalizar tantas inquietudes sin llegar a rupturas traumáticas, sino a
nuevos consensos.
* El nuevo escenario requiere nuevas
soluciones y nuevos enfoques para una nueva generación.
* Para
salir del atolladero de forma definitiva y con proyección para otros cuarenta
años, que afecten a esta generación, se requiere un proceso que dé soluciones a
los problemas reales modificando la Constitución actual para adaptarla a las nuevas
demandas de interdependencia y, cómo no, de mayor democracia representativa.
* Una
sociedad en progreso no es una sociedad en confrontación, sino en sinergias que
aglutinen los esfuerzos y motivaciones en un objetivo común que se ha de pactar
y convenir.
Por
tanto, formen el parlamento, hagan un gobierno de transición con la misión
primordial de evaluar y modificar la carta magna y sometan a referéndum el
nuevo texto para crear estabilidad otros cuarenta años. Debatan con mente
abierta, y sabedores de que si ustedes no se entienden el pueblo tampoco se
entenderá y la crispación se generalizará a través de la intolerancia, la
descalificación y el conflicto, en muchos casos, orquestados por ustedes.
Hablen,
entiéndanse con el mensaje que les hemos dado los españoles. Si España no
resuelve sus problemas será porque son unos incompetentes como políticos.
Queremos cambios, erradicar la corrupción, mayor justicia social, más
transparencia; que el Estado trabaje para la ciudadanía antes que para grupos
de poder; que dejen sus privilegios, sus prebendas y puertas giratorias, su
nepotismo partidista y empiecen a pensar en el bien desde el sentido común…
queremos vivir en paz y con justicia social, si ustedes no comparten esas
inquietudes o no quieren, apártense y den paso a otros que nos entiendan
y comprendan, que sepan leer y reconocer la voluntad de la gente.
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